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En muchos hogares se repite la misma idea: la "buena energía" llega cuando la casa está limpia, ordenada y bien ventilada. Más allá de lo espiritual, hay factores concretos que ayudan: luz natural, aire fresco, rutinas claras y la decisión de sacar lo que no se usa. Ese combo cambia la sensación del espacio y, de paso, tu ánimo.

La pregunta de siempre es cuándo hacerlo. La respuesta corta es: por la mañana, cuando el sol entra mejor y el cuerpo está más receptivo a las tareas físicas. Pero también hay matices según tu agenda, el clima y el ruido del barrio. Aquí van criterios prácticos -y algunos rituales habituales- para que armes tu propio horario.

La franja ideal: por la mañana (7 a 11)

La mañana concentra varias ventajas. Primero, ventilar: abrir ventanas 10-15 minutos ayuda a renovar el aire y a que la humedad de la noche se disipe. Segundo, luz natural: revela polvo y manchas que de tarde pasan inadvertidas. Tercero, ritmo: empezar el día con orden te deja la casa lista para el resto de la jornada y evita postergar la limpieza hasta que estés cansado.

Si te interesan las tradiciones de feng shui, suelen recomendar las "horas yang" (temprano, con sol) para mover lo estancado. En términos prácticos, coincide con lo que funciona: barrer de adentro hacia afuera, del techo al piso, y terminar en la puerta para "expulsar" restos y olores.

Tarde: mantenimiento y detalles (16 a 19)

Si la mañana te resulta imposible, la tarde también sirve. Elegí el tramo con más luz y menos calor. Es buen momento para mantenimiento: cocina y baño, superficies de alto uso, paños húmedos en mesas y escritorios, y aspirado liviano. Aprovecha para ordenar papeles, doblar ropa y vaciar cestos: pequeñas acciones que sostienen la sensación de limpieza sin una maratón.

Un truco: programar bloques de 20-30 minutos con una alarma. En dos bloques podés resolver cocina y baño, y en uno más pasás aspiradora. Es más realista que intentar "la gran limpieza" un único día.

Noche: lo mínimo (y por qué evitar la limpieza pesada)

La noche es útil para recoger, cargar el lavavajillas, vaciar superficies y dejar la cocina "a cero". Lo que conviene evitar son las tareas ruidosas o pesadas (mover muebles, aspirar a fondo, sacudir en exceso): cansan, pueden molestar a vecinos y dejan la casa húmeda si fregas tarde. Mejor cerrar el día con un gesto leve: aromas suaves (cítricos o lavanda), un paño rápido en encimeras y cestos vacíos. Te levantas con otra energía.

Rituales que suman (si te gustan)

  • Velas o sahumerios: úsalos al final, con ventanas entreabiertas. La clave está en ventilar, no en saturar el ambiente.
  • Plantas: regar a primera hora ayuda a oxigenar y a ordenar rutinas.
  • Música: activa el ritmo y evita que la limpieza se vuelva interminable.
  • Despeje consciente: una regla útil es 1 objeto entra = 1 objeto sale. Mantiene el clutter a raya y se nota en la "energía" del espacio.

Paso a paso sugerido para una mañana efectiva

  • Ventilar (10-15 min): abre de par en par.
  • Orden rápido (5-10 min): cada cosa a su lugar; bolsas con lo que no usas.
  • Polvo de arriba hacia abajo: estantes, marcos, mesas.
  • Cocina y baño: desinfectar puntos de contacto (grifos, manijas, mesadas).
  • Pisos: primero barrer/aspirar, luego fregar solo si es necesario.
  • Cierre sensorial: luz natural, aroma suave y una planta visible.

Calendario simple para sostener la "buena energía"

  • Diario (15-25 min): superficies, vajilla, cama, cocina "a cero".
  • Miércoles: mantenimiento (baño + cocina a fondo corto).
  • Sábado por la mañana: limpieza profunda (ventanas, detrás de muebles, heladera).
  • Cada cambio de estación: despeje de armarios y papeles; donar o reciclar.

Lo esencial, sin mística: luz, aire y decisión

La "buena energía" se nota cuando el espacio respira. Y eso depende menos de teorías y más de tres cosas: luz natural, ventilación y constancia. Elegí una franja horaria que puedas cumplir -idealmente la mañana-, sostén pequeños hábitos a diario y remata con detalles sensoriales que te gusten. La casa te lo devuelve: más calma visual, menos ruido mental y una energía que, esta vez sí, se siente.