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El gran apagón eléctrico que dejó a España a oscuras el pasado lunes generó escenas de caos y angustia en todo el país, pero una de las situaciones más delicadas tuvo lugar dentro de la Casa Real. La reina emérita Sofía, de casi 87 años, sufrió un grave ataque de ansiedad en su residencia mientras intentaba sobrellevar la incertidumbre de las primeras horas del corte masivo de energía.

Ante la gravedad de los síntomas, intervino de inmediato el equipo médico que habitualmente atiende a su hermana, Irene de Grecia, con quien convive desde hace años.

"La reina Sofía tenía mucho miedo de que esto pudiese ir a más", revelaron fuentes cercanas a Zarzuela. La emérita fue atendida en su propio domicilio mientras intentaba comunicarse, sin éxito, con parte de su familia. El colapso de las redes de comunicación por el apagón impidió que pudiera contactar con sus nietos y otros allegados, lo que agravó su crisis emocional. La intervención de Felipe VI fue clave para tranquilizarla: "Tuvo que calmarla personalmente, estaba muy alterada", reconocen desde el entorno de Palacio.

La monarca atraviesa un momento personal delicado, marcado por pérdidas familiares recientes y el distanciamiento entre los miembros de la familia real. La salud de su hermana Irene se deteriora día a día, y la muerte del Papa Francisco el pasado lunes de Pascua la golpeó profundamente. "Es una persona muy religiosa, rompió a llorar al saberlo", cuentan allegados a la emérita. La imposibilidad de asistir al funeral del Pontífice en Roma terminó por afectar aún más su estado anímico.

La salud emocional de la reina Sofía preocupa a Felipe VI

El actual monarca español ha reforzado su vínculo con su madre en los últimos meses, consciente de su fragilidad emocional y del contexto familiar que la rodea. Según revelan fuentes próximas a la Zarzuela, Felipe VI, junto con sus hermanas Elena y Cristina, ha buscado acompañar a la reina Sofía con mayor frecuencia desde que se evidenció su bajón anímico. "Saben que atraviesa un estado emocional muy complicado", explican.

El aislamiento en el que vive Sofía, unido al deterioro de la relación con la reina Letizia y la distancia con algunos de sus nietos, como Victoria Federica o Froilán, la han dejado sin el entorno afectivo que siempre deseó mantener. "Su gran sueño es poder reunir a sus ocho nietos alrededor de la mesa, pero parece una misión imposible", señalan allegados a la familia.

La decisión de no permitirle asistir al funeral del Papa Francisco tampoco ha ayudado. Históricamente, la reina Sofía ha sido quien ha representado a la Corona española en eventos religiosos de gran relevancia, como las exequias de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Esta vez, sin embargo, fue apartada de la delegación oficial. "Le han quitado una de sus mayores pasiones", comentan desde su entorno.

La ausencia en Roma, un símbolo del declive institucional de la emérita

Más de 200.000 personas participaron en el funeral del Papa Francisco, al que asistieron 130 delegaciones internacionales, entre ellas 50 jefes de Estado y diez monarcas. La ausencia de Sofía no pasó desapercibida. Aunque Felipe VI y Letizia encabezaron la representación oficial, muchos esperaban la presencia de la reina emérita, que mantenía una relación cercana con el Pontífice.

Desde Zarzuela justificaron su ausencia por "razones de protocolo", aunque no hay ninguna norma que impida que otros miembros de la familia real acudan a este tipo de ceremonias. Para la emérita, su exclusión fue un duro golpe: "Ha permanecido aislada en su habitación, triste y sola, como siempre", confirman fuentes internas.

El declive físico y emocional de la madre de Felipe VI se ve acentuado por el desgaste institucional y la falta de un rol claro dentro de la Casa Real. Aunque aún mantiene una agenda oficial limitada, su peso dentro de la estructura de la monarquía se ha ido diluyendo. La crisis vivida durante el apagón ha dejado al descubierto no solo su vulnerabilidad, sino también las tensiones internas que siguen marcando a la familia real española.