

La relación entre el intestino y el cerebro ha sido objeto de estudio durante décadas. Conocido como "eje cerebro-intestino", este campo emergente explica cómo bacterias intestinales y neuronas mantienen un diálogo constante a través de vitaminas, hormonas y señales químicas que circulan en la sangre. El intestino no solo es un centro inmunitario crucial, también es el segundo órgano con más neuronas del cuerpo.
Hasta ahora, se pensaba que la microbiota influía en el cerebro únicamente mediante rutas indirectas. Pero un estudio reciente de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) desafía esa idea.
"Sabíamos que la microbiota puede influir en el cerebro, pero siempre a través de rutas indirectas, como el sistema inmune o la circulación sanguínea", explicó Celia Herrera-Rincón, investigadora Ramón y Cajal en la Facultad de Ciencias Biológicas de la UCM. El hallazgo cambia el enfoque global sobre cómo interactúan bacterias y neuronas.

Un "minicerebro" para demostrar la comunicación directa
El equipo científico creó un modelo de laboratorio a partir de neuronas extraídas del cerebro de una rata. Durante 14 días, las células crecieron y se interconectaron en condiciones controladas, formando lo que denominaron un "minicerebro". Luego incorporaron una bacteria común de la microbiota humana: Lactiplantibacillus plantarum, presente en alimentos como el yogur.
Los resultados fueron sorprendentes. "Una bacteria viva puede modificar directamente la actividad de una neurona con solo tocarla", confirmó Herrera-Rincón. Este contacto físico no implicó invasión celular, pero sí cambios medibles en la actividad eléctrica y en la expresión genética de las neuronas.
El investigador predoctoral Juan Lombardo Hernández resumió la importancia del hallazgo: "Es fascinante pensar que neuronas y bacterias, a pesar de pertenecer a reinos biológicos distintos, podrían compartir un lenguaje bioeléctrico común basado en canales iónicos y potenciales de membrana".
Qué significa para la ciencia y la salud
Los experimentos demostraron que la simple presencia de bacterias puede alterar funciones neuronales. Esto abre un nuevo escenario en el estudio de enfermedades vinculadas con la plasticidad neuronal, la inflamación y trastornos del sistema nervioso central.
El hallazgo confirma que bacterias intestinales y neuronas comparten un "idioma" bioeléctrico, algo que cambia la forma de entender la biología humana. Según National Geographic, este descubrimiento representa "un cambio de paradigma en nuestra forma de entender la comunicación entre microorganismos y el sistema nervioso".
El estudio fue publicado en la revista Scientific Reports y plantea aplicaciones clínicas en un futuro cercano. Los investigadores creen que será posible diseñar terapias neuroactivas basadas en bacterias vivas o inactivadas para modular funciones cerebrales y mejorar la salud integral.
Un ecosistema con 100 billones de bacterias
En el intestino humano habitan alrededor de 100 billones de bacterias, más que las estrellas de la Vía Láctea. Cada una interactúa de manera única con el organismo, condicionando la digestión, el sistema inmune e incluso procesos cognitivos.

Factores como los antibióticos, la dieta o las infecciones pueden alterar este equilibrio. Comprender cómo estas variaciones modifican la comunicación entre bacterias y neuronas podría ser clave para tratar enfermedades neurológicas e inmunitarias.
Los expertos insisten en que la visión holística del cuerpo es esencial: cada órgano y sistema se conecta en una red de señales compartidas. Con este avance, la microbiota intestinal se perfila como protagonista de terapias biomédicas que podrían transformar la medicina del futuro.
















