

Durante décadas, hablar de poder naval era hablar de Europa. Francia y el Reino Unido dominaban las aguas del Mediterráneo y el Mar Rojo. Sin embargo, en los últimos años, Egipto ha pasado de tener una flota modesta a convertirse en la mayor potencia naval de África.
Este ascenso responde tanto a la necesidad de proteger sus plataformas energéticas en alta mar como al deseo de proyectar influencia regional. Y lo está logrando gracias a una expansión militar que ya sitúa a su marina entre las más modernas del mundo árabe.
De flota regional a potencia naval: el salto histórico de Egipto
El gran punto de inflexión llegó en 2015, cuando Egipto adquirió dos portahelicópteros Mistral de Francia y varias corbetas Gowind, equipadas con misiles antibuque Exocet y sistemas antiaéreos MICA.
Con esas compras, El Cairo no solo ganó capacidad de proyección, sino que también dio un paso hacia la independencia tecnológica gracias a acuerdos de transferencia industrial.

Después llegaron las fragatas MEKO A-200EN de Alemania, patrulleras de combate y submarinos diésel-eléctricos modelo 209, capaces de operar en misiones de largo alcance. Y en 2020, la modernización se aceleró con dos fragatas FREMM italianas y más de 30 helicópteros medios. La transformación era ya imparable.
Bases estratégicas y el acuerdo con los Estados Unidos
El despliegue naval no se entiende sin sus nuevas infraestructuras militares. La Base Naval de Berenice, en el mar Rojo, y la de Ras Jarqub, cerca de Libia, permiten a Egipto controlar las rutas del Canal de Suez y los accesos al Mediterráneo central, dos puntos clave para la región.
Washington ha jugado un papel decisivo. Egipto se ha integrado en la Coalición de Fuerzas Marítimas (CMF) y lidera la Fuerza de Tarea Combinada 153, centrada en la seguridad del mar Rojo.
A cambio, Estados Unidos obtiene un aliado confiable para mantener abiertas las rutas energéticas y militares más importantes del planeta.
Un árbitro en la geopolítica del Mediterráneo
El crecimiento de la armada egipcia también responde a tensiones regionales. La rivalidad con Turquía en el Mediterráneo oriental y la competencia por los yacimientos de gas natural han impulsado una carrera armamentista en la zona.

Con más de 30.000 efectivos navales y una flota en rápida modernización, Egipto se posiciona como un actor capaz de rivalizar con potencias europeas.
Aunque Estados Unidos lo impulsa a alinearse con Israel y las monarquías del Golfo en un bloque defensivo, El Cairo usa su poder como elemento de disuasión, sin implicarse directamente en conflictos con Rusia, China o Irán.
¿Hacia dónde navega la marina egipcia?
El futuro dependerá de su habilidad para mantener el equilibrio entre su autonomía estratégica y las expectativas de sus aliados occidentales. Lo cierto es que, en menos de una década, Egipto ha pasado de ser un actor secundario a convertirse en el "soberano naval de África", con una voz decisiva en la seguridad global.
En aguas cada vez más disputadas, su flota ya no solo protege intereses nacionales: marca el rumbo de una nueva era geopolítica en el Mediterráneo y el mar Rojo.















