

Desde hace más de cuatro décadas, los misiles Tomahawk han sido una herramienta de proyección de poder desde mar o tierra hacia objetivos estratégicos. Su precisión, largo alcance y sistemas de guía les convierten en una opción potente para operaciones de asalto profundo y presión militar.
Recientemente, Donald Trump amenazó con brindar este poderoso armamento a Ucrania para condicionar el avance ruso. Esto podría significar un revés para Vladimir Putin, que no cesa en sus intenciones de ocupar la totalidad del territorio.
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En este contexto, es clave entender qué variantes del Tomahawk podrían emplearse, cuáles son sus capacidades y por qué representan una amenaza real para Moscú.

Cuáles son los misiles Tomahawk que podrían formar parte del armamento ucraniano
Los Tomahawk son una familia de misiles de crucero desarrollados por Estados Unidos. La versión moderna más discutida es el Tomahawk Block V, que incluye mejoras en navegación, modularidad y capacidad de guerra electrónica, las cuales le permiten adaptarse a distintos roles en el campo de batalla.
Otra variante es el Tomahawk de lanzamiento naval (submarinos o navíos de superficie), que ha sido durante años la columna vertebral del armamento de crucero estadounidense: puede volar a baja altitud, evadir defensas y alcanzar objetivos a miles de kilómetros.
Zelenski ha afirmado que los misiles "se usarían únicamente sobre objetivos militares", evitando blancos civiles. La elección de la variante dependerá de logística, compatibilidad con plataformas ucranianas y sistemas de mando compartido.
Versiones publicadas en medios de todo el mundo sugieren que el asesoramiento militar estadounidense ya contempla qué versiones podrían desplegarse sin comprometer la cadena de suministro.
Por qué serían particularmente peligrosos para Rusia
Una de las características más preocupantes del Tomahawk es su alcance profundo con alto sigilo. Puede penetrar zonas protegidas por sistemas antimisiles de primera línea gracias a su vuelo rasante y perfil bajo en radares. En contraste con misiles balísticos, tiene la capacidad de cambiar de ruta durante el vuelo para evitar defensas.
A esto se suma su precisión milimétrica, producto de sus sistemas de navegación integrados pueden situarlo con márgenes de error de pocos metros desde distancias grandes, lo que facilita atacar infraestructura crítica rusa lejos de la línea de frente.
Otra amenaza es su disuasión implícita: para Moscú, cada Tomahawk lanzado desde territorio ucraniano podría identificarse como una agresión directa del bloque occidental. El expresidente ruso Dmitri Medvédev advirtió que "es imposible distinguir un Tomahawk nuclear de uno convencional en vuelo", lo que abre la puerta a reacciones extremas.
Esta ambigüedad estratégica incrementa el riesgo de escalada: Rusia podría interpretar un ataque como preludio de uso de armas de destrucción masiva y responder con fuerza.
Desafíos y riesgos operativos en su uso
Aunque poderosos, los Tomahawk no son inmunes a problemas. Primero, su uso exige cadenas logísticas complejas; Ucrania debería contar con plataformas compatibles, centro de mando seguro, redes de inteligencia y apoyo para guiado y control.
Segundo, Rusia probablemente reforzaría sus defensas antiaéreas, desplegando interceptores especializados, radares adicionales y guerra electrónica para confundir su trayectoria.

Tercero, existe el riesgo de represalias estratégicas. Putin ha advertido que el suministro de estos misiles "destruiría las relaciones entre los Estados Unidos y Rusia". Si un Tomahawk es derribado, Rusia puede intentar escalar el conflicto mediante ataques contra plataformas occidentales o mediante acciones híbridas en Europa.
Por último, la implementación de misiles con esa capacidad de profundidad puede obligar a la administración de Donald Trump asumir mayor responsabilidad operativa, lo que Rusia podría considerar una escalada de participación directa.












