Fiel a su estilo de no minimizar nada, el presidente Donald Trump afirmó que, en una escala del 0 al 10, sus conversaciones comerciales del jueves con su homólogo chino Xi Jinping fueron un "12". La versión de Beijing fue más reservada, aunque no desmintió ningún detalle específico. Lo que sí está claro es que la primera reunión entre ambos líderes en seis años resultó en una tregua verbal que evita, por ahora, una escalada en la guerra comercial entre las dos mayores potencias económicas del mundo. El alivio es comprensible, pero los socios comerciales e inversores no deberían caer en una falsa sensación de seguridad: las tensiones siguen siendo mayores que antes del regreso de Trump a la Casa Blanca, y la principal causa para él -el desequilibrio comercial entre ambos países- sigue vigente. La distensión traerá cierto alivio a varios sectores, incluidos los agricultores estadounidenses y quienes dependen del acceso a las tierras raras necesarias para fabricar desde teléfonos inteligentes hasta satélites. Trump dijo que acordó reducir a la mitad los aranceles del 20% sobre bienes chinos vinculados al fentanilo, después de que Xi prometiera "trabajar muy duro" para frenar las exportaciones de los componentes químicos del opioide sintético. Beijing, por su parte, anunció que suspenderá durante un año los controles de exportación sobre tierras raras que había impuesto este mes. China también accedió a reanudar y aumentar las compras de soja estadounidense. Lo que no está tan claro es si la Casa Blanca está dispuesta a aliviar las restricciones sobre la exportación de microchips avanzados. Trump señaló que ahora dependerá de Nvidia negociar directamente con China sobre ese tema, mientras el Gobierno de Estados Unidos actuará como "árbitro" o "referí". El presidente añadió que visitará China en abril, y que el líder chino tiene previsto visitar Estados Unidos más adelante, en 2026. El tema potencialmente explosivo de Taiwán, al parecer, no fue tratado. Una de las conclusiones de esta tregua es que la amenaza de China de restringir las exportaciones de tierras raras resultó ser una herramienta de presión eficaz -y una que podría volver a usar en cualquier momento-. Eso no significa que Beijing haya ganado: incluso tras la tregua, el arancel promedio de EE.UU. sobre las importaciones chinas, de alrededor del 45%, sigue muy por encima del 20% previo al regreso de Trump a la Casa Blanca.Pero China evitó un escenario peor y puede considerar tolerable el nivel actual, dada su competitiva industria exportadora, los esfuerzos por reducir la dependencia de EE.UU. y la posibilidad de redirigir productos a través del sudeste asiático pese al aumento de los gravámenes estadounidenses. El ejemplo chino también puede interpretarse como una demostración de que, para cualquier país con poder de negociación, plantarse ante Trump puede dar resultado. Esto reforzará la convicción de Beijing de que debe seguir fortaleciendo su apalancamiento estratégico frente a Washington. Sin embargo, el riesgo para China de cuestionar el acceso a las tierras raras es que incentiva a EE.UU. y a otros países a desarrollar fuentes alternativas de suministro. Eso, sin embargo, es una tarea de varios años que requiere esfuerzos internacionales coordinados, algo que la imprevisibilidad de Trump y su tendencia a dinamitar relaciones comerciales puede dificultar. Esta semana también deja al descubierto hasta qué punto Trump ha desestabilizado el orden comercial multilateral, generando incertidumbre en todo el mundo. El sistema de acuerdos bilaterales que ha impulsado crea una inestabilidad estructural que deja la competitividad de los países dependiendo de las relaciones cambiantes entre las dos mayores economías globales. Mientras no haya un regreso a un sistema global de acuerdos comerciales, esta será la nueva realidad para los demás exportadores. Por ahora, sin embargo, el cese de hostilidades ha dado tiempo a ambas partes para intentar construir un acuerdo comercial más duradero y amplio. Las dos reuniones adicionales previstas entre Trump y Xi son una señal positiva. Puede que los avances reales sigan siendo esquivos, pero en una relación tan crucial como la de Washington y Beijing, el mero hecho de mantener el diálogo ya es algo digno de celebrarse.