
En cualquier momento, Facebook finalizará su búsqueda mundial de cuarenta hombres y mujeres lo suficientemente sabios e imparciales como para decidir qué discurso debe permitirse en la plaza pública digital del mundo. Pero cualquier esperanza de que esto le ponga punto final a los embates políticos que la compañía recibió a causa de las acusaciones de sesgo contra la derecha parece ser una ilusión.
Los cuarenta infalibles de su planeada "Junta de Supervisión" representan un intento de un nuevo tipo de gobierno supranacional. Una corte suprema para el discurso social — establecida para decidir si Facebook aplica sus propias reglas de contenido de forma justa — cuyo propósito es crear un baluarte contra las acusaciones de que la propia compañía ejerce demasiado control sobre la libertad de expresión del mundo. Si funciona, podría quitarle presión a Mark Zuckerberg, cuyo control de votación del 58%le da la última palabra sobre lo que se puede decir en la plataforma.
Las compañías de medios dominantes a menudo tienen una relación incómoda con los políticos en el poder en el momento, quienes alternativamente intentan cortejarlas e intimidarlas con el fin de someterlas.
Donald Trump no pierde oportunidad de atacar a los liberales gigantes de Internet. Esta semana, criticó a Google, alegando que suprimió deliberadamente fuentes de noticias conservadoras en su motor de búsqueda, lo cual le costó hasta 16 millones de votos en las elecciones de 2016.
Una revisión independiente del posible sesgo anti conservador en Facebook, encargada por la compañía, acaba de calentar aún más las cosas. En lugar de analizar qué tipo de discursos se permite o se prohíbe en la red, el autor del informe — el ex senador republicano Jon Kyl — les preguntó a 133 grupos conservadores si creían que había algún problema con la plataforma.
¡Sorpresa! Encontraron sesgo a cada paso, desde cómo la compañía decide qué constituye un "discurso de odio" hasta una presunta falta de conservadores en la junta directiva de Facebook. No por nada las plataformas buscan nuevas formas de demostrar su imparcialidad.
Una posible respuesta choca con límites inevitables. Los algoritmos que determinan quién ve qué en sitios como Facebook están destinados a seguir siendo "cajas negras" impenetrables.
Además, los intentos de aclarar cómo las compañías aplican sus propias reglas de contenido siempre dejarán a alguien insatisfecho. Las decisiones son siempre subjetivas, por lo que no importa cuánto se esfuerce Facebook en explicar cómo aplica sus reglas.
Al crear la Junta de Supervisión, Facebook busca personas para proporcionar suficiente diversidad de puntos de vista para mantener a todos felices. Sin embargo, el riesgo es que esto sólo expondrá el desacuerdo e incrementará las disputas partidistas.
Con una junta de 40 personas, el peso absoluto de los números puede diluir cualquier punto de vista y reducir el riesgo de una guerra partidista total. Pero eso no significa que el nuevo panel de árbitros será más aceptable para las personas que estén en el lado desfavorecido de sus decisiones, o que Facebook mágicamente descubrirá los nuevos límites convenidos del discurso público que mantendrán felices a todas las partes














