
Después de meses de fanfarronadas, peleas y ferviente lobby por parte del sector industrial para salvar el acuerdo que hace 23 años sustenta la manera de hacer negocios en más de una cuarta parte de la economía global, esta semana los funcionarios están en Washington para dar comienzo a la renegociación del Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano (Nafta, por sus siglas en inglés).
Las conversaciones que comienzan hoy derivan de la promesa electoral de Donald Trump de romper o negociar el pacto que desde 1994 respalda un comercio mayormente libre entre Estados Unidos, Canadá y México, y que creó poderosas cadenas de abastecimiento regional que producen en masa de todo desde autos hasta lavarropas.
El presidente estadounidense repetidas veces culpó al Nafta de la "carnicería" económica que él dice que ha heredado y de la deslocalización de cientos de miles de sus puestos de empleo industriales. En abril estuvo cerca de retirar al país del Nafta pero lo convencieron de que primero debía darle una oportunidad a la renegociación. Ahora llegó el momento de la verdad. Algunos de los factores a tener en cuenta son:
Se acaba el tiempo
Los tres países tienen un ambicioso cronograma para las negociaciones y apuntan a redondear las conversaciones a principios del año próximo. Eso se debe principalmente a cuestiones políticas. Se vienen las elecciones mexicanas en julio de 2018 y las estadounidenses en noviembre de ese año. En particular, a los funcionarios de EE.UU. y de México les preocupan las encuestas que muestran que el populista de izquierda Andrés Manuel López Obrador está liderando la carrera por la presidencia. Si las negociaciones no se cierran a principios de 2018, los mexicanos temen quedar enredados en la campaña electoral. Los estadounidenses también dejaron en claro que preferirían no negociar con López Obrador, quien acusó a Trump de agitar una "campaña de odio" contra México.
Reducción del déficit
La administración Trump hizo de la eliminación del déficit comercial con México que supera los u$s 60.000 millones anuales su principal prioridad para las negociaciones. Eso encaja con la misión "Estados Unidos primero" de Trump apuntada a recuperar empleo industrial. Pero no queda claro cómo podría lograrlo. La industria automotriz, que representa casi todo el déficit, asegura que los datos existentes tergiversan el comercio que ahora ve los autos y las autopartes cruzar la frontera desde y hacia Canadá y México múltiples veces y que es vital para su competitividad internacional. "No veo cómo podemos abordar (el déficit) en el Nafta", dijo un alto funcionario de México. Al país azteca le preocupa en particular que EE.UU. intente una nueva redacción y que exija que una determinada porción de las manufacturas se hagan dentro del país. Pero eso haría fracasar el propósito de un acuerdo comercial regional, aseguran.
Cambio de normas de origen
Todos los acuerdos comerciales incluyen normas que rigen cuánto de un producto debe fabricarse dentro de un bloque para poder recibir los beneficios comerciales del acuerdo. La administración Trump dijo que eran obsoletas las "normas de origen" del Nafta y argumenta que las mismas fueron el motivo por el cual se produjo una migración de la actividad industrial hacia México. Allegados a la industria automotriz admiten que quizás sean necesarios ciertos cambios que incluyan nuevos componentes como pantallas táctiles y baterías para los autos eléctricos. Pero el sector rechaza las propuestas del elevar el umbral de 62,5% para los autos, con el argumento de que podría resultar contraproducente para Estados Unidos. Está en discusión el arancel relativamente abajo de 2,5% que Estados Unidos aplica a las importaciones de autos provenientes de afuera del Nafta. Si las normas son demasiado estrictas, las automotrices optarán por estar totalmente fuera del acuerdo.
Comercio administrado
Un temor es que en su búsqueda por un mejor equilibrio comercial, la administración Trump insista con nuevas restricciones como un mayor uso de cupos. Eso marcaría un giro hacia el denominado comercio administrado. Las cuotas ya existen en el Nafta para materias primas agrícolas sensibles como azúcar y lácteos. Pero avanzar más que eso en el Nafta 2.0 podría hacer fracasar las negociaciones. "Cualquier cosa sobre los derechos aduaneros y el comercio administrado es simplemente inaceptable para México", dijo un alto funcionario del país azteca.
Entre los objetivos fijados por la administración Trump está alentar a los gobiernos nacionales, estaduales y locales de Canadá y México a comprar más productos fabricados en Estados Unidos. Pero también prometió defender las leyes "Compre estadounidense" federales, estaduales y locales en Estados Unidos. Entre los efectos de esas leyes está bloquear el uso de acero canadiense en puentes estadounidenses. Tal como se esperaba, ni Canadá ni México están de acuerdo. Entre las principales metas de Canadá para las negociaciones del Nafta se encuentra conseguir un "mercado más libre para las compras del gobierno". "Las cláusulas sobre contenido local en grandes contratos del gobierno son comida chatarra política: en apariencia apetitosas pero poco saludables en el largo plazo," dijo el lunes Chrystia Freeland, ministra de Asuntos Externos de Canadá.
Salarios altos en México
Las tres partes empezaron a describir el objetivo de las nuevas negociaciones como una "modernización" del Nafta. Eso significa agregar capítulos a cosas como el ecommerce. Pero la administración Trump y los sindicatos estadounidenses también quieren nuevas normas laborales. El objetivo es forzar un aumento de los sueldos en México y, por lo tanto, reducir la ventaja en costos que lleva a fábricas a mudarse al sur de la frontera. México acordó nuevas normas sobre el salario mínimo como parte del acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) negociado por la administración Obama. Pero Trump se retiró del TPP y los sindicatos aseguran que las normas del TPP no llegaron muy lejos.
El desenlace político
Ni Canadá ni México ni la gran mayoría de las empresas estadounidenses querían reabrir el Nafta. Eso se debe principalmente al riesgo político. Y ese riesgo no ha desaparecido.
Si se firmara un acuerdo, no queda claro si el mismo sobreviviría una votación en el Congreso. Los demócratas están casi seguros de que se opondrán a todo lo que negocie la administración Trump, ya que ven su moderación con el comercio como un punto débil político. Muchos republicanos pro comercio también se sienten incómodos con algunas exigencias de Trump. Si el acuerdo fracasara o el presidente volviera a amenazar con retirarse del Nafta, enfrentaría una rebelión por parte de los republicanos de los estados agrícolas y de la comunidad empresaria.
Más importante aún podría ser la propia imagen política de Trump y el impacto que tendrá sobre las conversaciones. Frente a niveles de aprobación históricamente bajos a sólo siete meses de su mandato de cuatro años, al presidente le tienen menos miedo en Washington (y en Canadá y en México) que cuando asumió el cargo. Esa realidad podría proyectar una gran sombra sobre la mesa de negociaciones.














