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En lo profundo del océano Atlántico, a unos 700 metros bajo la superficie, se encuentra uno de los secretos mejor guardados de la Tierra: un complejo de torres minerales del que nadie sabía su existencia.

Este ecosistema, descubierto en el año 2000, es el campo hidrotermal más antiguo conocido en el fondo marino y, según estudios recientes, podría contener pistas clave sobre el origen de la vida en nuestro planeta.

Durante más de 120.000 años, procesos químicos entre el manto terrestre y el agua salada dieron forma a este paisaje surrealista, donde columnas que van desde el tamaño de un hongo hasta monolitos de 60 metros se elevan silenciosamente en la oscuridad abisal.

A diferencia de los respiraderos volcánicos conocidos como fumarolas negras, la ciudad perdida no depende del calor del magma, lo que refuerza su singularidad y la importancia de su estudio.

Un oasis sin luz ni oxígeno

En este entorno extremo, donde no hay luz solar y el oxígeno escasea, la vida encuentra una forma de florecer. Las chimeneas de estecampo hidrotermal emiten gases como hidrógeno y metano a temperaturas de hasta 40 °C, generando hidrocarburos que sirven de alimento a comunidades microbianas únicas.

También se encontraron pequeños animales como caracoles, crustáceos, e incluso algunos cangrejos y anguilas, lo que demuestra la diversidad biológica que puede surgir en condiciones adversas.

Un estudio publicado en 2024 en la revista Science analizó una muestra de más de 1.200 metros de núcleo extraída del lugar. Los investigadores esperan que este análisis arroje luz sobre cómo se desarrolló la vida primitiva en la Tierra, preservada en minerales milenarios.

¿Una pista hacia la vida en otros mundos?

Más allá de su importancia para la biología terrestre, el ecosistema de la ciudad perdida podría tener implicancias fuera de nuestro planeta.

Según el microbiólogo William Brazelton, estas condiciones podrían estar replicándose en lunas heladas como Encélado (Saturno) o Europa (Júpiter), donde también existen océanos subterráneos.

Lo que hace a este campo aún más fascinante es que los hidrocarburos generados no provienen de fuentes habituales como la luz solar o el dióxidode carbono atmosférico, sino de reacciones químicas en las profundidades.

Esto refuerza la teoría de que la vida podría haber comenzado en ambientes similares, tanto en la Tierra como en otros rincones del sistema solar.

Una maravilla por proteger

Si bien se sospecha que podrían existir otros campos hidrotermales con características similares en los océanos del mundo, la ciudad perdida sigue siendo el único lugar de este tipo que fue explorado por vehículos submarinos no tripulados.

Su carácter único y su antigüedad la convierten en un patrimonio científico invaluable. En tiempos donde la exploración espacial se expande, este rincón del planeta nos recuerda que aún quedan misterios por descubrir en nuestro propio océano.