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La Secretaría de Salud (SSa) de México volvió a poner en evidencia un problema persistente: el consumo excesivo de refrescos en la infancia y adolescencia.
Durante "La Mañanera del pueblo" del 2 de septiembre de 2025, el titular del organismo público, David Kershenobich, señaló que este patrón es parte de una "herencia familiar".
Según explicó, marcas populares como Coca-Cola y Pepsi forman parte de una costumbre, ya que suelen estar presentes en casi todos los eventos sociales, lo que normaliza su consumo desde edades tempranas.
De hecho, de acuerdo con estudios nacionales, la ingesta de bebidas azucaradas comienza muy temprano, y los refrescos comerciales se presentan como una opción "normal" frente a alternativas más saludables como aguas frescas, jugos naturales o leche.

Bebidas azucaradas y salud infantil: riesgos físicos y mentales
El consumo frecuente de refrescos tiene un impacto directo en la salud física y mental de los menores.
David Kershenobich advirtió que el exceso de azúcar puede causar obesidad, diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares y otras enfermedades crónicas que afectan a millones de mexicanos.
Además, explicó que la azúcar altera el funcionamiento del cerebro, modifica el estado de ánimo y genera dependencia, consolidando un patrón de consumo difícil de revertir.

Los datos del Sistema Nacional de Salud muestran que los niños y adolescentes que consumen más de un vaso diario de refresco presentan un riesgo significativamente mayor de desarrollar sobrepeso y problemas metabólicos.
Cómo reducir el consumo de refrescos y prevenir enfermedades en niños
Para prevenir los efectos negativos del consumo de bebidas azucaradas, la Secretaría de Salud recomienda implementar estrategias tanto en el hogar como en la escuela.
Entre las medidas clave se encuentran limitar el acceso a refrescos, ofrecer alternativas naturales como aguas frescas, frutas frescas y jugos sin azúcar añadida, y educar a los niños sobre hábitos alimenticios saludables.
El organismo público también destaca la importancia de desarrollar campañas públicas que sensibilicen a padres y tutores, promoviendo cambios sostenibles en la alimentación de los menores y fomentando una cultura de bienestar que pueda trascender generaciones.














