

El reloj biológico es un proceso interno del cuerpo humano que regula múltiples funciones vitales. Si bien comúnmente está asociado con la regulación del sueño, la temperatura corporal, la presión arterial y la liberación de hormonas, un reciente estudio científico sugiere un papel más profundo: podría influir en el momento de nuestra muerte.
Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, publicado en 2012, han descubierto una variante genéticacomún que no solo influye en si una persona es madrugadora o noctámbula, sino que también podría tener efectos en el momento del día en que es más probable que ocurra tu fallecimiento.

Patrón del sueño: ¿genes o hábitos?
En los últimos días, los científicos han observado cómo algunas familias muestran inclinaciones hacia levantarse temprano o quedarse despiertas hasta tarde, sugiriendo la influencia genética en nuestros hábitos de sueño.
En 2012, se publicó un estudio en la revista Annals of Neurology que identificó un gen denominado "Period 1". Cerca de este gen, se descubrió una variante que puede presentarse en tres formas: A-A, A-G y G-G.
Se encontró que las personas con el genotipo A-A tienen tendencia a despertarse más tempranoque aquellas con el genotipo G-G, mientras que aquellos con el genotipo A-G se encuentran en un punto intermedio.
¿Nuestros genes determinan la hora de nuestro fin?
La variante genética también parece influir en el momento de nuestro deceso.
Los estudios indican que aquellos con genotipo AA o AG tienen mayor probabilidad de morir antes de las 11 AM, mientras que aquellos con genotipo GG tienden a fallecer después de las 6 PM.
Al reconocer marcadores genéticos, como los identificados en este estudio, los investigadores pueden personalizar intervenciones médicas y tratamientos según los ritmos biológicos de cada individuo.
Aquí ingresamos en un terreno mucho más complejo, donde la ciencia aún intenta encontrar respuestas sobre un tema impredecible, considerando la multiplicidad de factores que influyen en el momento de nuestra muerte.
Por ejemplo, las estadísticas recopiladas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) revelan que los meses de invierno, especialmente enero y diciembre, tienden a registrar un mayor número de fallecimientos.













