

El Vaticano, símbolo global de espiritualidad y moral, guarda en sus archivos episodios que desdibujan esa imagen sagrada. Con la llegada del papa León XIV, la Iglesia enfrenta el peso de una historia que no todos conocen: la de pontífices que no fueron ni buenos ni santos. El ejemplo más grotesco lo encarna Esteban VI, quien en el año 897 ordenó desenterrar el cadáver de su antecesor, Formoso, para juzgarlo públicamente.
El Vaticano no siempre fue un símbolo de amor y paz. "Nunca se ha visto algo semejante. Fue una humillación deliberada al cadáver, al cargo y a la Iglesia misma", señala el historiador eclesiástico italiano Luca Bianchi en un reporte de National Geographic.
El cuerpo putrefacto de Formoso, el Papa 111, fue vestido con ornamentos papales y colocado en un trono, mientras un diácono actuaba como su abogado. El juicio fue una venganza política en el Vaticano: Esteban buscaba borrar el legado de su rival y consolidar su alianza con la familia Espoleto. El resultado fue tan indignante que Esteban fue asesinado meses después, y todos sus decretos anulados.

Datos claves para entender este suceso sin precedentes
El Sínodo del Terror no fue solo una rareza: fue el síntoma de una época en la que el papado era utilizado como instrumento por poderosas familias nobles. En lugar de representar a Dios en la Tierra, muchos pontífices eran peones en guerras políticas.
En palabras de Bianchi, "la Iglesia era una arena de gladiadores con sotana". El Concilio Cadavérico tuvo tanto impacto que Juan IX debió decretar que ningún muerto podría ser juzgado de nuevo. La medida era necesaria: la dignidad de la institución pendía de un hilo.

Otros tres episodios oscuros que marcaron al Vaticano
El caso de Alejandro VI, el papa Borgia, es otro ejemplo. Gobernó entre 1492 y 1503, y es recordado por sus múltiples hijos ilegítimos, fiestas lujuriosas y alianzas mafiosas.
Luego está el papa Juan XII, acusado de asesinato, incesto y de convertir el palacio apostólico en un burdel. Y más recientemente, el encubrimiento sistemático de abusos sexuales en el siglo XX y XXI, que aún sacude a la Iglesia moderna.

Hoy, el papa León XIV enfrenta el desafío de reconciliar la fe con la memoria incómoda. Como dijo una vez el papa Juan Pablo II: "La Iglesia no teme a la verdad. Teme no decirla."














