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Imagina un tren que literalmente flota sobre las vías sin tocarlas. Eso es exactamente lo que hace la levitación magnética: utiliza imanes extremadamente potentes que generan una fuerza de repulsión tan intensa que el convoy completo levita en el aire cuando supera los 150 kilómetros por hora. Sin ruedas rozando los rieles, la fricción mecánica desaparece por completo.
Pero hay un segundo enemigo de la velocidad: el aire. A partir de cierta velocidad, la resistencia aerodinámica se vuelve el principal obstáculo. La solución del T-Flight es tan radical como efectiva: el tren circula dentro de túneles donde se extrae gran parte del aire, creando un ambiente de baja presión similar a un vacío espacial.
Los números impresionan: en pruebas experimentales sobre apenas dos kilómetros de vía, el prototipo pasó de estar detenido a 650 km/h en siete segundos. Los diseñadores chinos de CASIC proyectan velocidades de operación cercanas a 800 km/h, con picos que superarían los 1.000 km/h en condiciones ideales.

WhatsApp y Netflix a mil kilómetros por hora: el desafío de conectar lo imposible
Aquí surge una pregunta fascinante: ¿cómo mantener internet funcionando dentro de un túnel sellado al vacío mientras viajas más rápido que un avión? Las antenas convencionales simplemente no funcionarían en esas condiciones.
La solución implementada es ingeniosa: en lugar de depender de señales inalámbricas tradicionales, se instalan cables de fibra óptica a lo largo de las paredes internas del túnel completo. Estos cables emiten señal 5G de manera continua, creando una red ininterrumpida que acompaña al tren durante todo el recorrido.
Para los pasajeros, esto significa poder trabajar con normalidad, hacer videollamadas en alta definición o ver series sin cortes mientras cruzan 1,000 kilómetros en una hora.
Pero las implicaciones van mucho más allá del entretenimiento: este nivel de conectividad convertiría el viaje en tiempo productivo real. Empresarios podrían cerrar negocios binacionales en reuniones virtuales durante el trayecto, ejecutivos mantendrían operaciones sin perder comunicación, y la integración económica entre Argentina y Brasil se aceleraría dramáticamente al eliminar las barreras del tiempo y la distancia.
La cruda realidad: por qué este tren puede quedarse en el papel
Ahora viene la parte difícil. Construir más de mil kilómetros de túneles de baja presión a través de diferentes terrenos y fronteras nacionales es un desafío de ingeniería sin comparación histórica. No hablamos solo de perforar túneles convencionales: cada sección debe mantener condiciones de vacío parcial permanentemente, resistir presiones atmosféricas enormes y contar con sistemas de seguridad para emergencias que aún no existen en ninguna parte del mundo.
¿Cuánto costaría? Las estimaciones no son públicas para este proyecto específico, pero como referencia, Brasil está desarrollando su propio tren de alta velocidad convencional entre Río de Janeiro, São Paulo y Campinas que alcanzará “solo” 350 km/h. Ese proyecto más modesto ya requiere entre 10.000 y 20.000 millones de dólares de inversión, con construcción prevista para 2027 y operación en 2032.
El tren maglev de ultra alta velocidad necesitaría multiplicar esa cifra varias veces. Además de capital económico, se requiere algo igual de escaso: voluntad política sostenida durante décadas entre múltiples gobiernos de diferentes países, estabilidad regulatoria, coordinación internacional y compromiso con un proyecto que no dará resultados hasta dentro de muchos años.















