

La filosofía es caprichosamente ineludible. Quien piensa lo hace a través y desde una familia de presupuestos filosóficos: sobre lo que es y lo que no es, lo que se conoce y cómo se hace, lo que es justo e injusto, etcétera. Acaso los más avispados llegan a conocerlo conscientemente pero el trasfondo filosófico es inmanente al pensamiento. Esto incluye, también, al papa Francisco. Es más: fue una de sus marcas distintivas, entre muchas otras, que lo posicionan lejos de otros exégetas religiosos.
El Papa fue, a sabiendas o no, un filósofo realista, tanto ontológico como metodológico, pero también lo fue en el campo axiológico (la rama de la filosofía que estudia los valores). En diversas entrevistas, el Papa expresó que; por caso, "Dios no creó todas las cosas perfectas" alejándose del idealismo platónico y acercándose al materialismo tradicional que se fundamenta en el cambio y, por lo tanto, en la imperfección.

Los pilares que sostuvieron la filosofía realista del papa Francisco
Su filosofía, definida por él mismo, se basa en cuatro principios profundamente realistas. Son los siguientes:
- La realidad es superior a la idea
- El todo es superior a la parte
- El tiempo es superior al espacio
- La unidad prevalece sobre el conflicto.
Francisco posiciona el tiempo por encima del espacio porque prioriza el cambio sobre la sustancia, es decir, profesa el credo materialismo de "existir es cambiar". A esto se suma que la realidad es superior a la idea, como buen realista, sabe que lo que sabemos del mundo (material o espiritual) es siempre parcial y provisorio, por lo tanto, mejorable.
No sorprende, entonces, que adopte la máxima sistémica de que el todo es superior a la parte ya que los cambios se apilan y anidan entre sí para que emerja la novedad cualitativa. Por último, como sabemos que el cambio implica conflicto, combinación, cooperación, emergencia y decaimiento de propiedades; de esto se desprende que la unidad prevalece al conflicto ya que solo los cambios estables son duraderos: esto vale, mutandis mutandis, para el sustrato físico, social o espiritual.
Es por esto por lo que Francisco llegó a afirmar que vale más un ateo en transformación y cambio hacia la espiritualidad que un cristiano estancado al cual relaciona con la podredumbre típica de la quietud. El triunfo del cambio sobre la estasis, típica del realismo y el materialismo filosóficos.

Papa Francisco: el filósofo realista que supo entender el mundo de hoy
No es casualidad su mordaz crítica económica que es simplemente una extensión de su credo filosófico. El papa Francisco calificó como "teorías mágicas" a los modelos de "goteo" de la riqueza de los sistemas de libre mercado. Criticó que no abordan la raíz de la desigualdad y la exclusión social (Fratelli Tutti, n. 168). El mercado "no puede cumplir plenamente su propia función económica" sin solidaridad y confianza recíproca. Ningún todo sobrevive sin la cuota justa y saludable de cooperación y competencia. El exceso de una y la otra llevan al estancamiento y a la autodestrucción respectivamente.
Francisco en su Laudato Si, argumentó a favor de la postura de que el cambio climático es causado por el hombre, señalando que las actividades humanas están afectando drásticamente al clima en detrimento de las personas más pobres del mundo. El cambio climático de origen antropogénico es una postura novedosa en el Vaticano que históricamente titubeó entre el negacionismo y la apatía. Esta posición no solo está alineada con el consenso científico, sino que alinea causas y consecuencias y, por lo tanto, responsabilidades. El cambio climático no es un castigo divino inescrutable sino un proceso de cambio real del cual somos partícipes.
Su postura frente a la sexualidad no binaria, donde declaró que es más importante la fe que la orientación sexual, es una declaración de realismo axiológico y una reivindicación de los valores ilustrados respecto a la moral. El buen cristiano se hace, no se nace. Y toda persona es merecedora de participar del colectivo religioso solo por ser persona, una consideración naturalista respecto de los valores. Para Benedicto XVI, por caso, la homosexualidad era un "mal moral intrínseco", que no permite la reivindicación o el cambio.
En resumen, se fue no solo un Papa argentino sino también un Papa realista y comprometido con una filosofía que ayuda a entender los tiempos que corren y que vienen.













