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A lo largo de la historia, el chocolate se ha convertido en un comestible indispensable en nuestras vidas, ya sea para celebraciones o hasta momentos de confort personal. Si bien es sabido que puede consumirse de múltiples maneras, pocos conocen que pueden producirlo en sus hogares de una forma muy sencilla.

Desde tiempos inmemoriales, la producción de este fruto se ha asociado a selvas tropicales. Particularmente en México, considerado cuna del cacao, el vínculo cultural con esta planta data de la época de los mayas, quienes lo consideraban un alimento sagrado o como moneda de cambio.

Al día de hoy, tener un árbol de cacao en el hogar puede no solo ser una experiencia botánica, sino también una búsqueda de reconección con una tradición ancestral. En este sentido, quienes deseen cultivar cacao en casa deberán tomar nota de una serie de indicaciones para obtener resultados.

Cacao en casa y sus cuidados esenciales

En primer lugar, es fundamental que quienes deseen cultivar cacao en casa conozcan las dos reglas esenciales para obtener los mejores resultados: paciencia y un ambiente similar al de su hábitat natural. Si bien es una planta resistente, necesita macetasde al menos 50 a 60 litros, un sustrato rico en materia orgánica y un riego constante que mantenga la humedad sin encharcar.

La temperatura ideal oscila entre 22 y 28 grados, por lo que en zonas frías conviene protegerla o trasladarla al interior durante el invierno. En esta misma línea, se vuelve fundamental que la luz que le incide sea indirecta. Debido a que el cacao no tolera sol directo intenso, la opción ideal es colocarlo en un rincón con semisombra.

Cabe destacar que sus hojas, además de decorativas, refrescan el ambiente y purifican el aire, lo que convierten en un cualquier jardín o terraza en un pequeño edén tropical.

Del árbol de cacao al chocolate artesanal

Una manera de darse cuenta que el árbol ha madurado, es a partir de la aparición de las mazorcas que guardan las semillas, las cuales están rodeadas de una pulpa blanca y dulce. Su transformación en chocolate se da tras la fermentación, que dura entre cinco y siete días y es lo que le permite desarrollar su sabor profundo y característico.

Posteriormente, las semillas requieren un secado al sol, para tostarse y molerse hasta obtener una pasta espesa llamada licor de cacao. Con paciencia y creatividad, se mezcla con azúcar, miel o leche en polvo, dando vida a un chocolate casero único.