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La sopa de tortilla, también conocida como sopa azteca, es un icono de la gastronomía mexicana, apreciada por su sabor y tradición.

Además de ser reconfortante, aporta beneficios nutricionales considerables si se prepara con conciencia de su contenido energético. Hoy vemos por qué esta sopa combina historia, cultura y salud en cada cucharada.

Sopa Azteca: delicia nutritiva con sabor ancestral

Se cree que la sopa azteca surge en Tlaxcala, cuyo nombre en náhuatl significa "tierra de maíz" o "lugar donde abundan las tortillas". En esta región, el maíz era el alimento principal y las tortillas eran elaboradas con masa nixtamalizada, simbolizando identidad cultural y nutrición básica.

Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, se introdujeron elementos como el pollo, los jitomates, el ajo, la cebolla, crema y queso. Estos ingredientes transformaron la receta original, enriqueciendo su sabor y textura, y consolidaron la sopa azteca como un platillo mestizo emblemático.

¿Qué es la sopa azteca y qué nutrientes aporta?

La sopa azteca se distingue por su base de caldo de frijol negro, sazonado con epazote y servida con tiras de tortilla fritas, chile de árbol, queso panela, crema y aguacate.

Es rica en proteínas vegetales y minerales como hierro, calcio y zinc, gracias a ingredientes como el frijol nixtamalizado y la tortilla. Asimismo, contiene ácidos grasos saludables del aguacate y el queso, además de antioxidantes del chile y el epazote .

Destaca por sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y su capacidad de fortalecer el sistema inmunológico y mejorar la digestión. Este platillo aporta fibra, carbohidratos complejos, calcio y proteínas vegetales de la tortilla, además de vitaminaC y licopeno del jitomate, y antioxidantes del ajo, cebolla y chile pasilla.

No obstante, si se fríe abusivamente o se añade mucha crema y queso, su contenido calórico y de grasas saturadas puede elevarse hasta 450 kcal por porción, lo que exige moderación.

¿Cómo hacer estas sopas más saludables sin perder sabor?

  1. Evita freír las tortillas: opta por tiras al horno para reducir grasa innecesaria.

  2. Controla los lácteos: añade queso fresco en pequeñas cantidades o cambia la crema por yogurt natural ligero para disminuir grasas saturadas.

  3. Refuerza con vegetales o proteína magra: incorpora verduras como zanahoria o calabaza, o agrega pollo desmenuzado para aumentar fibra y proteína con pocas calorías.

  4. Prepara tu propio caldo: evita los cubos comerciales con alto contenido de sodio; así mantienes mejor el control del contenido de sal.