William Stanley ya era conocido en su época por contar con más de 100 patentes de inventos y haber contribuido al desarrollo de la corriente alterna en 1886 (había perfeccionado un transformador que permitió grandes avances en esta materia).
Este ingeniero autodidacta le vendió varias de sus patentes a General Electric y la firma lo contrató para que le diera soporte desde su laboratorio. Ahí mismo nació la idea.













