

En medio de la disputa global por los minerales críticos y la energía, Estados Unidos prepara un nuevo movimiento estratégico que podría redefinir el equilibrio de poder en el siglo XXI.
Lo que parecía una simple carrera por el litio o las tierras raras ahora queda eclipsado por un plan mucho más ambicioso y silencioso del Pentágono.
La operación involucra tecnología de última generación y una red de empresas privadas que ya trabajan en un recurso energético capaz de garantizar independencia militar, económica y geopolítica frente a sus rivales.
Aunque el proyecto fue presentado públicamente, sus verdaderas implicancias todavía generan preocupación tanto entre grandes rivales como en aliados regionales.
¿Qué recurso más valioso que el oro busca dominar el Pentágono?
El Departamento de Defensa de Estados Unidos inició una nueva fase en su política energética con el Programa Janus, una iniciativa que busca desplegar microreactores nucleares en bases militares de todo el país antes de 2028.
Estos reactores compactos, capaces de generar menos de 20 megavatios de electricidad, prometen independencia frente al diésel y una mayor seguridad ante cortes de energía o ataques.
Ocho compañías fueron seleccionadas para desarrollar y probar estos sistemas: BWXT, X-Energy, Radiant, Kairos Power, Oklo, Westinghouse, General Atomics y Antares Nuclear. Todas competirán por contratos escalonados según resultados y seguridad.
El objetivo es crear una red de microgrids nucleares distribuidas, con un potencial de hasta 20 gigavatios eléctricos en miles de instalaciones militares.
Entre los principales retos del proyecto:
- Aprobaciones regulatorias aceleradas bajo supervisión del propio Pentágono.
- Escasez de uranio de alta pureza (HALEU) necesario para alimentar los reactores.
- Riesgos de ciberseguridad y resistencia de comunidades cercanas a las bases.

¿Por qué este proyecto pone en alerta a China, Rusia y Latinoamérica?
El programa Janus no solo apunta a fortalecer la seguridad energética de Estados Unidos: también representa un giro estratégico que impacta en la geopolítica global de los recursos. Si el Pentágono logra dominar esta tecnología antes de 2030, podría reducir su dependencia de los combustibles fósiles y del comercio de minerales controlado por China y Rusia.
Además, el modelo militar podría replicarse en bases aliadas o regiones estratégicas de América Latina y Asia, lo que ya despierta preocupación en gobiernos de la región. La ventaja clave es que, al operar bajo el control del Departamento de Defensa, estos microreactores no dependen de la licencia civil de la Comisión Reguladora Nuclear (NRC), lo que acelera su despliegue.
Los expertos señalan que, más allá del impacto energético, el verdadero valor de este programa radica en el control del conocimiento, la producción de combustible y la infraestructura nuclear móvil. En un escenario donde el litio o el oro pueden agotarse, la capacidad de generar energía limpia, continua y autónoma podría convertirse en el recurso más estratégico del planeta.














