Elegir el inversor adecuado es una de las decisiones más importantes para una compañía, no solo porque abre la puerta al crecimiento acelerado del negocio, sino porque determina el grado de control que conservarán sus fundadores y el horizonte de desarrollo de la empresa. En el mercado conviven distintos perfiles de inversores que responden a etapas y estrategias muy diferentes. Puntualmente, el capital privado se divide en venture capital -también llamado capital emprendedor o capital de riesgo- y el private equity. A estos se suman otras modalidades, como los inversores ángeles, que financian las etapas iniciales de un proyecto, y las incubadoras y aceleradoras, que aportan capital y soporte operativo. Se trata de inversiones en empresas que no cotizan en bolsa a cambio de una participación accionaria (equity). Cada tipo de inversión se diferencia por el momento en el que ingresa, el riesgo que asume y el grado de participación que busca dentro de la compañía. Generalmente el primer inversor que entra y acompaña al crecimiento de la compañía es el inversor ángel. “Son individuos que tienen capital para invertir en los primeros estadios, sobre todo en startups, y que ayudan al emprendedor con un capital inicial para que empiece a validar sus ideas y prototipo", dice Fernando Páez Solchaga, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Capital Privado, Emprendedor y Semilla (Arcap). En estas primeras etapas de la compañía también comienzan a participar los fondos de venture capital, que invierten en startups jóvenes con potencial de crecimiento acelerado. A diferencia de los ángeles, estos fondos aportan montos mayores y buscan acompañar el desarrollo del negocio durante las rondas de financiamiento tempranas. “Dentro del venture capital hay distintos estadios: el early stage y el late stage. En todos los casos hay un componente fuerte de innovación y, por lo tanto, de riesgo e incertidumbre“, dice Mariano Mayer, presidente de Arcap y fundador de Newtopia VC. “El early stage son las etapas muy tempranas de inversión donde todavía casi no hay empresa, sino que detrás hay un equipo explorando un problema y una oportunidad. Sobre todo lo que se busca en esa etapa es el product market fit, es decir, ver si efectivamente lo que viene a solucionar la empresa es un problema real y los clientes están dispuestos a pagar por una solución a ese problema. Es una etapa exploratoria“, agrega. Dentro del early stage hay distintos estadios: pre-semilla, semilla y Serie A -cuando ya hay product market fit y se levanta una ronda de inversión para escalar el proyecto-. Si bien los montos de inversión varían según cada caso en particular, a modo de referencia, los inversores ángeles -generalmente un grupo de ellos- suelen aportar hasta u$s 50.000 o u$s 100.000 en los primeros pasos. En la etapa de pre-semilla, las inversiones suelen ubicarse entre u$s 50.000 y u$s 1 millón, mientras que la etapa semilla puede recibir desde u$s 500.000 hasta u$s 4 millones. En la Serie A, los montos aumentan significativamente, generalmente a partir de u$s 5 millones, dependiendo del potencial de crecimiento y la industria. Luego de estos montos, ya comienzan otras series de rondas de mayores capitales orientados a que la compañía escale sus operaciones y se profesionalice -late stage o growth-. “Estas inversiones ayudan a las compañías a crecer lo suficiente como para eventualmente hacer una salida a la bolsa”, apunta Mayer. Lo que diferencia al private equity del venture capital es el grado de participación que adquiere el fondo al momento de la inversión, así como el tipo de madurez de la compañía. Se trata de una inversión con montos significativamente mayores -entre u$s 50 millones a más de u$s 500 millones, dependiendo del objetivo y tamaño- con el objetivo de comprar la mayor parte de la compañía y tomar una posición controlante. “El private equity invierte en compañías que quieren ser más maduras y estar más consolidadas, lo que implica un riesgo menor porque son empresas que ya están operativas. El fondo busca horizontes entre cinco y 10 años para agregarle valor a la compañía y después vender el porcentaje, que en este caso es un porcentaje controlante -más del 50 por ciento- o una posición que permita vender el 100% de la compañía“, indica Mario Santarelli, vicepresidente Private Equity en Arcap y socio en Alba Capital Partners. Ejemplo de esto fue la compra de Despegar por el grupo de inversión global Prosus que adquirió el 100% de la compañía por u$s 1700 millones, tras un acuerdo que se cerró en marzo de este año. "Hay situaciones de compañías que están buscando una adquisición o quieren hacer una expansión regional y necesitan fondos. A veces un porcentaje de la inversión es para profesionalizar la compañía por lo que muchas veces los fondos de private equity se involucran en el manejo de la empresa, más que nada en dirección y estrategia", señala Santarelli. Este tipo de inversión se concentra en sectores como telecomunicaciones, infraestructura, tecnología, consumo masivo, energía y minería, y se busca que las compañías cuenten con un equipo sólido de management. En cambio, la participación accionaria de los fondos de venture capital es minoritaria, por lo que el manejo de la compañía sigue estando en manos de los fundadores. “Hay empresas que están dispuestas a abrir en sus primeras rondas un 10% o un 20% de su capital. Siempre se recomienda que cuando una compañía llegue a una serie A, los founders tengan más del 50% del capital”, cierra Páez Solchaga.