Hay plena coincidencia en que la figura de Claudio Tapia, con nueve años al frente de la AFA, nunca hubiera sobrevivido si no fuera por la gran actuación de Lionel Messi y la Selección Argentina, que conquistaron esos años un Mundial y dos copas América.

En materia de política económica, quienes mantienen una mirada crítica a las decisiones del Palacio de Hacienda, se preguntan --salvando las distancias personales-- si algo parecido no estaría ocurriendo con la gestión de Luis Caputo al frente de la economía, muy reforzado y reanimado gracias al salvataje del Tesoro de EEUU y el resultado electoral del pasado 26 de octubre. Entretenida y tal vez exagerada comparación: como si Donald Trump y Scott Bessent, para el equipo económico, fueran la salvación que resultaron Messi y el Dibu Martínez para el Chiqui Tapia.

Lo concreto es que transitadas ya cinco semanas desde aquel decisivo batacazo electoral que re empoderó a Javier Milei para iniciar la segunda parte de su primer mandato, reaparecen otra vez objeciones de empresarios y economistas serios a la política económica. Las dudas se reiteran sobre el régimen cambiario, el valor del dólar, la acumulación de reservas, los compromisos incumplidos con el FMI, el pago de la deuda, la profundidad de la apertura importadora, el nivel de actividad, y la creación de empleo.

Se suma a este combo el test de gobernabilidad que se jugará desde el 10 de diciembre en el Congreso con la ley de Presupuesto y las reformas anunciadas en materia laboral e impositiva. En particular, qué margen seguirá teniendo el equipo económico para sostener el ajuste fiscal en medio de las presiones políticas que intentan imponer gobernadores aliados, y no tanto, para prestar los votos en cada una de las iniciativas oficiales.

Y si realmente las reformas que se prometen tendrán la verdadera profundidad para reducir el costo que en la Argentina significa producir, vender, exportar y contratar trabajadores. Por las dudas, por si las circunstancias obligan a ser más generosos con gobernadores aliados, empezó el ajuste preventivo: seguirá la reducción de empleados estatales y aumentarán fuerte las tarifas de luz, gas y transporte para bajar la cuenta de subsidios que se relajó en el año electoral.

Sobre el tan esperado alivio en materia de impuestos el propio Ministro de Economía se sinceró en la semana pasada: no bajarán significativamente las retenciones al campo, y el impuesto al cheque se podrá reducir “si la economía crece al 8% anual”.

Además de Bessent, Messi y el Dibu, siempre están los impuestos y las tarifas para salvar un resultado, cueste lo que cueste. Las observaciones a la gestión de Luis Caputo, que se habían generalizado después de la derrota de septiembre en las elecciones de la provincia de Buenos Aires y que se agravaron con la corrida financiera que se profundizó a partir de ese resultado, prácticamente habían desaparecido gracias al triunfo del 26 de octubre.

El respaldo de la administración Trump para evitar el derrumbe cambiario fue decisivo antes y después de aquellas elecciones de mitad de mandato, colocando al ministro de Economía y al presidente del Banco Central como los principales beneficiarios del derrame de optimismo verificado en el mundo de negocios. El Presidente, su hermana Karina y el Ministro de Economía resultaron sin duda los grandes ganadores de la elección de octubre.

La pregunta que aún no tiene respuestas categóricas es si la contundente victoria de Javier Milei fue gracias a la política económica o a pesar de la misma. En el mundo económico se dividen las opiniones. Para muchos el alivio pos electoral no fue tanto por lo que se voto, más bien por lo que NO se votó.

Desde luego que el equipo oficial transmite naturales auto elogios a su performance, y considera que se ganó por el modelo económico y sobre todo por haber bajado drásticamente la inflación. Y que el manejo cambiario tuvo mucho que ver con ese resultado, al punto que todo fue más que ratificado. No se trató de un plan monetario y cambiario que fracasó y tuvo que ser salvado por el Tesoro de EEUU, sino que eran tan correctas las medidas adoptadas, que no podían ponerse en riesgo por una confusión política circunstancial y de allí la decisión de la administración Trump de llegar a tiempo con el auxilio.

Como quiera que sea, la recuperación en los mercados y en la confianza en el Gobierno fue excepcional. Cayó de 1500 a 650 puntos el riesgo país y voló el precio de las acciones argentinas, aunque siguen perdiendo en lo que va del año. Trepó 17,5% en noviembre el índice de aprobación que mide Poliarquía junto a la Universidad Di Tella, que ya había saltado 8% en octubre.

El Gobierno se aferra a datos sectoriales muy positivos, celebra el boom en inversiones del sector energético, minero y servicios, que pese a la caída de ventas de manufacturas locales por la competencia de las importaciones, mantienen los promedios de indicadores de actividad en terreno positivo. Para defender el régimen cambiario cuestionado por reservas negativas que no crecen, el cepo a las empresas y las bandas de flotación no actualizadas, Luis Caputo volvió a desafiar a sus críticos asegurando que el modelo verifica record de exportaciones con el dólar como está.

Se trata de una verdad a medias, ya que el Ministro olvidó mencionar que las principales exportaciones de la Argentina son en general de orden primario, caso agro, minería e hidrocarburos, que se realizan independientemente del valor del tipo de cambio. Otro parece ser el el cantar para las exportaciones de manufacturas. “La verdad es que Bessent fue el Dibu Martínez en Qatar”, ironizaba el fin de semana el economista Rodolfo Santángelo, a propósito de la actuación determinante del secretario del Tesoro de EEUU para la suerte del elenco oficial.

Resume la mirada de muchos especialistas que consideran que no está todo resuelto en la macro economía, y que por algún motivo y no solo político tuvo que intervenir la administración Trump para salvar la ropa. La discusión que se retoma, pasada la espuma del gran alivio y recuperación de la confianza que trajo la elección del 26 de octubre, es si realmente en la Argentina la macroeconomía está tan ordenada como presenta las cosas el oficialismo, y en todo caso el problema sería de la microeconomía.

Los industriales que deciden dejar de producir y dedicarse a importar consideran que la macro aún está lejos de estar ordenada. El crédito sigue carísimo a tasas entre 50% y 80% para capital de trabajo, la inflación se mantiene al 25/30% anual, los impuestos que golpean la cadena productiva y comercial superan 50%, y el régimen cambiario mantiene restricciones al ingreso y salida de capitales; con un modelo que impide resolver una realidad siempre complicada: reservas negativas hoy por arriba de los 15.000 millones si no se computan los dólares prestados por el FMI, el swap de EEUU, China y demás ingredientes por fuera de la compra de divisas por el Tesoro o el BCRA.

Crece la objeción de los economistas que insisten en que el Gobierno debería aprovechar el optimismo y el respaldo de EEUU para levantar definitivamente las restricciones cambiarias, comprar reservas con el superávit fiscal a razón de 800/1000 millones por mes, y que el nivel del tipo de cambio lo fije realmente el mercado, sin cepos, con todos los actores interviniendo en la compra venta de divisas, incluyendo al Gobierno para salir del terreno negativo en las cuentas externas.

A la vez, aplicar un dogmatismo menos ortodoxo a la hora de establecer el régimen monetario que permita normalizar la oferta de pesos y las tasas de interés. Si se quiere mantener un esquema de bandas de flotación cambiara, que las mismas no sean ficticias como ahora y que se ubiquen a mitad de camino respetando el verdadero valor de mercado del dólar.

Mantener atraso cambiario y a la vez profundizar la apertura importadora se considera un camino riesgoso en términos de actividad y empleo. Hay en cambio plena coincidencia en destacar el orden fiscal, pese a las discusiones sobre el orden cambiario, monetario y del sistema financiero.

El superávit logrado por el Gobierno es un logro significativo que destacan todos los observadores. Pero aquí también el equipo económico deberá sortear la prueba de la política. Hasta ahora, y aún en el año electoral, para sostener la pelea fiscal el equipo que acompaña a Luis Caputo tuvo como líder al Presidente que cualquier ministro de Economía o secretario de Hacienda pediría si se encuentra con la lámpara de Aladino: un Milei más duro en materia fiscal que sus ministros, y además con la política exterior adecuada para recibir sin límite el auxilio de EEUU. Ahora se necesita muñeca y billetera propia para lograr aprobar las leyes prometidas.

Es con la Ley de Presupuesto donde los gobernadores juegan la propia. Si no se alcanzan acuerdos para repartir más fondos con las provincias peligra la reforma impositiva y ni hablar la modernización laboral, donde los gobernadores se colocan ajenos a esa disputa. Ya fue advertido Diego Santilli en sus múltiples encuentros con mandatarios provinciales. A esta altura, aún el Ministro del Interior no cuenta con las respuestas de su par de Economía. “Necesito saber qué podemos ofrecer para seguir adelante”, comentan allegados al jefe de la cartera política.

Y detrás de esa oficina se juega también la suerte de los estrategas políticos que bendice Karina Milei, los Menem y Manuel Adorni. Además de Bessent, Messi y el Dibu, Economía necesitará mucho respaldo del Presidente para sortear la balacera.