

Hay períodos en que las reglas del juego dejan de ser obvias y los actores avanzan sin saber si están inaugurando un orden o apenas atravesando una transición. El ciclo Milei parece ser todavía uno de esos períodos, donde uno no sabe si lo que tenemos enfrente es simplemente un intermezzo o si estamos frente a un cambio profundo y definitivo de la escena política y económica argentina.
Naturalmente esto solo lo sabremos al final, cuando la consolidación de ese cambio se materialice y nadie discuta las nuevas reglas, porque la simple aspiración de producir un cambio profundo no basta para producirlo, sino que al proceso hay que volverlo sustentable en el tiempo, y eso aún está por verse en este caso.
Y decimos que eso está por verse aún, porque cuando se miran los indicadores de opinión pública (o incluso el resultado electoral de octubre pasado), uno se encuentra con una sociedad en la que un grupo mayoritario manifiesta apoyo al rumbo de gobierno (el 40% que votó a La Libertad Avanza del 68% que decidió participar), pero encuentra que en la mayoría de la gente no parece aún haber plena satisfacción con las soluciones que le han ofrecido hasta aquí.
De hecho, en nuestro estudio nacional de noviembre de Synopsis, consultamos a la gente sobre qué nivel de urgencia creía que había por resolver una serie de cuestiones de la agenda económica (generar empleo, mejorar los ingresos, entre otros), y más de 2/3 partes de los consultados (incluyendo muchos votantes de Milei) consideraron que son temas que requieren respuestas muy urgentes.
Puede haber varios factores que expliquen esta aparente contradicción (un gobierno que gana claramente la elección, pero una sociedad que parece aún no satisfecha y reclama soluciones con urgencia), pero hay dos en particular que destacan: la gente que apoya lo hecho por este gobierno, pero aún lo considera insuficiente, y esa misma gente aún valora más lo que ofrece este gobierno de lo que ofrecen las opciones alternativas.
A Milei lo explicó la frustración con el pasado, y ese trauma de la sociedad con lo que le tocó vivir hasta 2023 lo sigue explicando, porque quienes se ofrecen como principal alternativa de poder no han podido dejar de representar ese pasado frustrado. Hoy Milei tiene la ventaja de seguir representando el cambio, porque el peronismo no cambió.

Mientras el peronismo (la principal opción opositora para la gran mayoría de la sociedad) no deje de representar el pasado, ni deje de ofrecer a los mismos dirigentes que originaron el trauma, requerirá que ocurra mucha frustración de Milei para que la gente los vuelva a pensar como alternativa deseable. El peronismo le haría el trabajo más difícil a Milei si encarase un proceso de renovación y de regeneración dirigencial para poder representar una nueva alternativa. Pero Cristina Kirchner y su aspiración de seguir protagonizando el peronismo, le hacen el trabajo más fácil al Libertario.
Independientemente de ello, los errores del peronismo no le resolverán infinitamente todos los problemas a Milei. Si Milei no logra plena satisfacción entre los votantes que lo apoyan, a la larga la frustración con el presente puede volverse más intensa que la frustración con el pasado. Y aquí entra a tallar la inteligencia de la estrategia de Milei para ofrecerle soluciones económicas a la ciudadanía, que no es otra cosa que mejorarle su calidad de vida (más ingresos, mejor empleo).
¿Solo con el orden macroeconómico, se come, se cura, se educa? Es incuestionable que sin orden macroeconómico, no es posible ofrecer ninguna de las soluciones económicas que demandaba la ciudadanía el 10 de diciembre de 2023. Pero también es bastante evidente que solo con orden macroeconómico no parece suficiente.
Es cierto que Milei ha usufructuado de una de las consecuencias directas que el ordenamiento macroeconómico tuvo sobre la realidad doméstica de la gente: la desinflación. Si hay algo perceptible de lo que el ciudadano común puede aferrarse, para sentir que el rumbo económico es el correcto, eso es la desinflación. Y es evidente que hay menos inflación que la que Milei recibió en 2023, como así también que la dinámica parece indicar que podría seguir bajando.

Pero también es cierto que la desinflación ha estado acompañada de una pérdida evidente de lo que los economistas llaman el ingreso disponible de los hogares (lo que se cuenta de ingreso para consumir, luego de asumir los costos fijos del hogar). Es esta realidad, que afecta los ingresos, lo que alimenta cierta insatisfacción de la mayoría de la gente con las soluciones económicas ofrecidas hasta aquí por Milei: “puede ser que el país esté mejor, pero no lo veo en mi bolsillo”.
La gente puede comprender que el orden macroeconómico era necesario, pero también es entendible que reclame más ingreso disponible, para sentir que aquello que se le presenta como necesario, sea percibido como satisfactorio.
Algo parecido pasa con el empleo. El proceso económico liderado por Milei presentó hasta aquí más destrucción que creación de puestos de trabajo formal. Ello ha impulsado en todas las encuestas un incremento de la preocupación por el desempleo. De hecho, muchos economistas dudan de si en este rubro, el proceso de destrucción de puestos de trabajo no irá más rápido que el proceso de creación de los mismos. Más para un gobierno que pareciera no tener convicción de que ese proceso de creación deba ser estimulado por el Estado con políticas orientadas al efecto.

En conclusión, el triunfo electoral no debería llevar al gobierno a cometer el mismo error que cometió Raúl Alfonsín de pensar que las soluciones macro (consolidar la democracia), aun siendo estas desafiantes, iban a ser suficientes, y a creer que solo con orden macroeconómico se comerá, se curará y se educará. Si la gente no ve satisfacción en su metro cuadrado, no hay soluciones micropolíticas o macroeconómicas que puedan ser asumidas como satisfactorias. Allí estará el desafío para la segunda mitad del mandato de Milei.













