La ansiedad no es buena consejera. En política económica, la demanda de una respuesta rápida por lo general suele estar más ligada al deseo de los inversores de aclarar un escenario de incertidumbre antes que a la necesidad real de los decisores de tomar una medida con urgencia.
Algo de eso se está viendo en estos días en el mercado financiero, que se pregunta por qué razón el riesgo país no baja todavía más, cómo se va a resolver la acumulación de reservas en el corto y mediano plazo y qué va a pasar con el vencimiento de deuda de u$s 4500 millones de enero próximo. Está claro que son situaciones que el Gobierno tiene que resolver antes de fin de año pero también es un hecho que su consistencia también está atada a negociaciones y resoluciones que no se generan de un día para el otro.

“Los mercados quieren saber si van a mantener el régimen cambiario y si van a poder habilitar el giro de divisas del MULC para personas jurídicas”, remarcan desde la mesa de una de las principales Alyc de la plaza local. ¿Qué sucedería si mañana el equipo económico hiciera un anuncio al respecto? Más allá de qué decisión tome, hay probabilidades de que el riesgo país no muestra una tendencia muy diferente a la actual, y no correspondería asumir que eso es el resultado de una reacción “tibia”.
Hay una diversidad de opiniones para las cuales ninguna respuesta es perfecta. Para algunos analistas la flotación cambiaria plena es el camino indiscutido, pero para otros es la chance de que haya un salto de precios que erosione el poder adquisitivo y retrase el repunte del consumo.
El indicador de riesgo se redujo casi la mitad desde que el oficialismo logró una contundente victoria en las elecciones de medio término de octubre. Había comenzado esa trayectoria desde el momento en el que el Tesoro de Estados Unidos anunció y puso en marcha un swap de monedas con la Argentina por u$s 20.000 millones.
Y aunque estos movimientos fueron suficientes para contener los pronósticos de devaluación, otros operadores no lograron calmar su estado de ansiedad. De hecho, entre los tuits de Scott Bessent y el 26-0 hubo muchos que seguían pensando que el Gobierno no iba a tener otro remedio que soltar el tipo de cambio. Por si hacía falta mencionarlo, los que apostaron contra el Tesoro americano, perdieron.
Diciembre recién comienza y todavía queda tiempo para acomodar el rompecabezas. Hay proyectos de reformas y de Presupuesto entrando al Congreso y hay una discusión pendiente con el FMI sobre el cumplimiento de las metas (en particular la de reservas), pero este último debate incluye definir cómo contabilizará el Fondo el swap de Bessent.
Es un ingreso financiero y no entra en el segmento de “dólares genuinos” del superávit comercial, pero son divisas con las que se pueden cubrir pagos hasta que los costos argentinos se acomoden y la exportación crezca. La Argentina no enfrenta un riesgo de default ya que hay bancos dispuestos a prestarle dinero y conserva el crédito del país que tiene la máquina de imprimir dólares. El tiempo corre pero no hace falta adelantarlo. Falta menos para que las piezas queden a la vista.
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