

El gobierno de Javier Milei enfrenta su momento más delicado desde que asumió. No se trata de un cimbronazo económico -aunque los últimos datos de inflación y superávit primario muestran agotamiento-, sino de una combinación de factores políticos y judiciales que cristalizan un riesgo que el mercado había preferido mirar de reojo: el deterioro de la gobernabilidad.
El caso ANDIS, una investigación por presuntos retornos en contrataciones en la Agencia Nacional de Discapacidad que involucra indirectamente a Karina Milei y Lule Menem, estalló en la peor semana posible. Coincidió con derrotas legislativas relevantes y con una caída abrupta en los indicadores de confianza de consumidores y del propio Gobierno. El resultado es un cuadro que tensiona simultáneamente la política y la economía, y que recuerda que en la Argentina la política sigue marcando el pulso de los mercados.
Haceme triple shock
Entre el 20 y el 22 de agosto se produjo lo que podría definirse como un triple shock: los audios del exdirector Diego Spagnuolo, que mencionan retornos del 8% en contrataciones con referencias a la hermana del presidente y a uno de sus principales operadores; la decisión de Diputados de rechazar el veto presidencial a la Ley de Discapacidad y la caída de un DNU y cuatro decretos delegados en el Congreso; y los desplomes en los índices de confianza del consumidor y del Gobierno, que registraron bajas mensuales de dos dígitos.
La reacción de los mercados fue inmediata: dólar paralelo en torno a los $ 1322, un Merval debilitado en torno a los u$s 1600 y riesgo país en la zona de 800 puntos básicos.
El riesgo país ya superó los 800 puntos, aunque podría comprimirse si el oficialismo logra encauzar la situación en el Congreso. En este escenario, la liquidez se vuelve un activo estratégico
El verdadero test, sin embargo, será la elección bonaerense del 7 de septiembre como proxy de la elección nacional de octubre. Si el oficialismo sufre una derrota de más de cinco puntos, el mercado anticipa un salto del dólar hacia los $1.400-1.450 y un aumento de la prima de riesgo argentino.
El golpe político no es menor. El área de discapacidad genera una fuerte empatía social, el caso involucra al núcleo más cercano del presidente y, como si fuera poco, coincidió con la pulseada legislativa por la misma temática.
El efecto es triple: erosiona la narrativa de integridad, amplifica el costo de un ajuste que ya resulta doloroso y debilita la imagen presidencial en un frente en el que no se esperaba.
Las encuestas acompañan la tendencia: la imagen positiva cayó, la desaprobación supera el 55%, la negatividad digital trepó al 59% y el caso alcanzó un nivel de conocimiento del 75% de la población, un número altísimo para un escándalo de corrupción.
"Sorpresa de octubre"
La dinámica se parece a lo que en Estados Unidos llaman una "sorpresa de octubre": un hecho inesperado que irrumpe en el tramo final de una campaña y puede inclinar la balanza en elecciones ajustadas.
Un antecedente cercano fue el caso de la filtración de emails en la campaña de Clinton en 2016. Mediante el modelo de probabilidad de Poisson podemos proyectar un 39% de chances de que surja al menos un nuevo shock político en las próximas dos semanas y un 78% de que aparezcan más episodios hasta las legislativas de octubre.
El patrón actual se parece más al del 2000, sin querer ser extremista, que al de 1991: sin un shock macro positivo que compense, el impacto político de ANDIS puede ser muy corrosivo.
Cada evento erosiona en promedio entre cinco y ocho puntos de aprobación con efectos que duran de 10 a 14 días. En un contexto de baja confianza y proximidad electoral, cada golpe se siente más fuerte.
La historia argentina ofrece paralelismos útiles. En 1991, Carlos Menem atravesó el Yomagate, que involucraba a su cuñada en un escándalo de narcotráfico, pero lo superó gracias al envión de la convertibilidad y la estabilidad económica y terminó ganando las legislativas.
En 2000, Fernando de la Rúa enfrentó el caso de las coimas en el Senado, que se combinó con el ajuste económico y derivó en la renuncia de su vicepresidente, Carlos Álvarez. Aquella crisis de gobernabilidad anticipó la caída del gobierno.
El patrón actual se parece más al del 2000, sin querer ser extremista, que al de 1991: sin un shock macro positivo que compense, el impacto político de ANDIS puede ser muy corrosivo.
La baja de la inflación y cierta estabilidad cambiaria siguen siendo las cartas que Milei puede mostrar, pero difícilmente alcancen por sí solas para neutralizar el efecto.
Sentimiento del inversor
Los inversores ya lo sienten. Cada episodio político se traduce en presión cambiaria y mayor prima de riesgo argentino. Las estrategias se acortan: cobertura cambiaria activa, preferencia por bonos en pesos de corto plazo ajustados por CER o dólar-linked, cautela con acciones expuestas al gasto público y postura neutral en bonos en dólares.
El caso ANDIS cristaliza el riesgo político en la Argentina. La combinación de escándalo reputacional, derrotas legislativas y caída en las expectativas económicas configura un cuadro que no se resuelve con cifras fiscales.
El riesgo país ya superó los 800 puntos, aunque podría comprimirse si el oficialismo logra encauzar la situación en el Congreso. En este escenario, la liquidez se vuelve un activo estratégico.
Las próximas semanas serán decisivas. El Congreso aparece como un contrapeso más sólido de lo que el Ejecutivo esperaba. Los indicadores de confianza de la UTDT mostrarán en tiempo real cómo repercute cada evento en las expectativas.
La causa judicial en torno a ANDIS seguirá marcando la agenda con cada pericia o citación, y la elección bonaerense del 7 de septiembre funcionará como un proxy del clima electoral nacional. Si el oficialismo logra contener el daño, puede seguir competitivo en octubre. Si el goteo se profundiza, el desenlace será mucho más incierto.
El caso ANDIS cristaliza el riesgo político en la Argentina. La combinación de escándalo reputacional, derrotas legislativas y caída en las expectativas económicas configura un cuadro que no se resuelve con cifras fiscales.
La probabilidad de nuevas sorpresas negativas es elevada. La economía, una vez más, reacciona a la política. Y el costo de cada shock se verá primero en los activos financieros y recién después en las urnas.













