

La posibilidad de que el mercado laboral empiece a mostrar, lentamente, una mejor perspectiva, no tiene que dejar atrás la necesidad de discutir asignaturas que siempre quedan tapadas por lo urgente. En un país con inflación, es evidente que la discusión muchas veces la problemática del empleo queda atada a las posibilidades de cada sector de la economía de ofrecer una recomposición salarial acorde con el costo de vida.
Pero en paralelo, los cambios que se generan en el mundo de la producción de bienes y servicios, provocan desajustes que se acumulan a viejas distorsiones, y complican la posibilidad de encarar las transformaciones de la manera más adecuada.
Este debate quedó reflejado ayer en varias de las exposiciones que dominaron el Noveno Foro de Recursos Humanos organizado por El Cronista, Apertura e IT. Héctor Daer, uno de los integrantes de la conducción de la CGT, fue uno de los más realistas por sostener que intentar frenar el avance de la tecnología es una apuesta segura al fracaso. Pero antes planteó que hay que consensuar que tipo de globalización aceptan los países grandes, medianos y chicos, ya que todos comparten el temor a que la destrucción de empleo golpee sus puertas.
El dirigente reconoció que la productividad es un tema que ya no puede ser obviado, aunque planteó que en su opinión debe darse en el marco del diálogo social y sectorial que se genera en torno a los convenios colectivos de trabajo. "Lo que no corresponde es extrapolar, como se pretende hacer con los acuerdos para extraer gas de Vaca Muerta".
El viceministro de Trabajo, Ezequiel Sabor, también mostró que pese a las rispideces que a veces marca la política, el diálogo entre el Gobierno y el sector gremial puede avanzar por el carril del sentido común. "No quiero usar la palabra flexibilidad, prefiero adaptabilidad", dijo el funcionario.
El debate sobre el futuro del empleo cruza todos estos terrenos: desde las relaciones entre los actores públicos, hasta las habilidades que debería otorgar la educación, pasando por la forma en la que las empresas buscan ser competitivas con las actuales instituciones laborales. No hay recetas ganadoras para enfrentar estas encrucijadas. Pero si una certeza cada vez más compartida: defender el status quo del presente no nos va a acercar al futuro que todos deseamos.














