

Desde la psicología del comportamiento económico sabemos que no aprendemos finanzas solo leyendo conceptos o escuchando consejos. Aprendemos haciendo, equivocándonos, repitiendo y, sobre todo, sintiendo. El juego reúne todas esas condiciones en un mismo espacio. Jugar es una forma profunda y efectiva de incorporar reglas, límites, decisiones y consecuencias, exactamente los mismos procesos que atraviesan nuestra relación cotidiana con el dinero.
Las teorías del aprendizaje lo explican con claridad. Desde el aprendizaje experiencial hasta los aportes de la psicología cognitiva y conductual, entendemos que las personas internalizan mejor los conceptos cuando participan activamente.
En el juego aparecen el riesgo, la espera, la frustración, la recompensa, la planificación y el autocontrol. Todos procesos psicológicos centrales en la toma de decisiones financieras. Incluso desde la economía del comportamiento, autores como Kahneman o Thaler muestran cómo nuestras decisiones están atravesadas por sesgos, emociones y heurísticas que en el juego se manifiestan de manera natural y visible.
Jugar a administrar un negocio, decidir si invertir o ahorrar, gestionar ingresos y egresos, enfrentar imprevistos o competir con otros es una simulación de la vida económica real, pero en un entorno cuidado, donde el error no tiene consecuencias irreversibles.
En un país como la Argentina, donde la economía forma parte de la conversación diaria y atraviesa a todas las familias, estos aprendizajes tempranos resultan fundamentales.

Aplicar el mundo lúdico al dinero es una invitación poderosa, sentarse alrededor de una mesa, mirarse, negociar, discutir reglas y tomar decisiones compartidas sigue siendo una de las formas más efectivas de aprendizaje.
El aprendizaje colaborativo potencia la reflexión, permite contrastar miradas y favorece la construcción de pensamiento crítico, una habilidad clave para prevenir estafas, detectar manipulaciones y comprender los riesgos de la ludopatía.
Este tipo de iniciativas también abren una puerta interesante para el mundo corporativo. Las áreas de bienestar pueden encontrar en el juego un disparador potente para abordar educación financiera, prevención de estafas, consumo responsable y toma de decisiones bajo presión.
Siguiendo a Paulo Freire, la educación no es transferencia de conocimiento sino creación compartida, y pocas cosas educan tanto como jugar y decidir juntos.














