El categórico triunfo del peronismo en la provincia de Buenos Aires ha puesto límite a la faz disruptiva que representó el surgimiento de Javier Milei en la política argentina. Cuando ganó la elección presidencial en segunda vuelta a fines de 2023, con una estructura política nueva y un discurso radicalizado que se veía simbolizado en la "motosierra", él mismo se asimilaba al movimiento de la nueva derecha occidental que tiene como expresiones características a Trumpen Estados Unidos, Bukele en América Central, Bolsonaro en Brasil, el partido Vox de España y otros líderes como Giorgia Meloni y Marine Le Pen en Europa. La estructura política tradicional que había gobernado en la Argentina las últimas ocho décadas, representada por el peronismo, el radicalismo y otras fuerzas de centroderecha, entró en crisis. Pero ello no impidió que la nueva estructura de Milei tuviera, en sus propias palabras, sólo el 10% del Senado, el 15% de la Cámara de Diputados y ningún gobernador. El interrogante planteado entonces eracómo iba a poder gobernar un presidente que era el más débil de la historia en cuanto a su influencia parlamentaria y frente a los mandatarios provinciales. El primer año y medio se vio que una combinación de prórrogas por decreto del Presupuesto, uso de DNUs y vetos a proyectos adversos, le permitió un ejercicio fáctico del poder con relativa eficacia. Pero el resultado de la elección bonaerense del 7 de septiembre, que se realizó de forma adelantada respecto a la nacional, ha generado un impacto político que pone en discusión la nueva situación. En primer lugar, ha vuelto la historia. El peronismo, que aparecía agrietado y desgastado tras la última elección presidencial, ganó por trece puntos de diferencia la provincia de Buenos Aires, donde vive el 37% de la población del país y tradicionalmente ha tenido el predominio político en los sectores populares. Esta fuerza política cumplirá ochenta años de vida el próximo 17 de octubre, período en el cual ha sido el eje de la política argentina. Concretamente, nueve días antes de la elección se conmemorará el 80 aniversario del peronismo. Posiblemente lo haga con un ánimo electoral ganador, más allá de lo que finalmente suceda. Esta suerte de "resurrección" del peronismo ha tenido un lógico impacto tanto en la política, como en la economía. Quienes pensaban que Milei era un nuevo fenómeno político que podía cambiar las estructuras responsables del fracaso argentino del siglo XX, ahora dudan o se han tornado pesimistas respecto a ello. Los mercados también han sido elocuentes y en especial el comportamiento del riesgo país. Así lo mostró el rechazo a los tres vetos que se sucedieron en el Congreso entre el 17 y 18 de septiembre -dos en Diputados y uno en el Senado- los que provocaron una perspectiva de crisis de gobernabilidad. Al día siguiente del triunfo peronista bonaerense, el riesgo país rondaba los 800 puntos, pero dos semanas después, tras el rechazo al veto del Ejecutivo contra el proyecto de automatizar los ATN, ya había subido a 1400. Seguidamente, el viernes 19, el Gobierno se vio obligado a vender casi 700 millones de dólares para contener el descontrol del mercado. Entonces faltaban veinticuatro ruedas para la elección del 26 de octubre. Crecía la sensación de que el gobierno de Milei perdería el control del mercado antes de esa fecha y esto provocaría su derrota electoral. El peronismo, que se ha caracterizado por ser más una cultura política que una ideología, se encuentra corrido hacia la izquierda en sus principales referentes. Tanto el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, como la ex presidente Cristina Kirchner, representan, con matices, posiciones que internacionalmente son consideradas de izquierda. Pero lo más importante es que quienes toman decisiones económicas han pasado a introducir como escenario posible un retorno al poder del peronismo en 2027. Ello no tiene por qué suceder, pero hoy nadie puede descartarlo. La decisión de la administración Trump de salir en ayuda del gobierno argentino ha ido acompañada de una recomendación política: que establezca una alianza permanente que le permita tener gobernabilidad. Es que gobernando con vetos y DNU -que probablemente sean restringidos por el Congreso en las próximas semanas- no será posible alcanzarla. A ello se agrega que el apoyo comenzará a llegar efectivamente después de la elección del 26 de octubre. Es que el propio Trump gestionó en 2018 y 2019 el apoyo del FMI al gobierno de Macri para que ganara la elección frente a la fórmula kirchnerista. Entonces los cuarenta y cuatro mil millones de dólares que giró el Fondo a la Argentina no sirvieron para impedir el triunfo de la fórmula Fernández-Fernández.