

La venta de 678 millones de dólares el 19 de septiembre por parte del Banco Central fue el misil que terminó de hundir al programa económico tal cual lo conocemos hasta ahora. Esa pérdida en un solo día marcó los altos costos de sostener el esquema de bandas cambiarias y dejó al descubierto el error de la autoridad monetaria de no comprar dólares en la primera mitad del año.
La crisis es de tal magnitud que el Gobierno decidió eliminar transitoriamente las retenciones al sector agroexportador y solicitar asistencia directa al Tesoro de los Estados Unidos. Ambas medidas, en el mejor de los casos, sirven para ganar tiempo, pero no resuelven los problemas. Se descuenta un cambio de régimen macroeconómico y persiste la dolarización de carteras. Mientras tanto, las decisiones del equipo económico aumentan la incertidumbre. ¿Hacia dónde vamos?
El estrés que atravesamos no es una novedad y tampoco una sorpresa. En primer lugar, los ciclos de la economía argentina están marcados por los cambios en los regímenes cambiarios. No hace falta retrotraernos al siglo XX, aún están latentes las crisis de 2018, 2019 y 2023. Cambian las estrategias, pero la inconsistencia entre la oferta y la demanda de divisas sigue ahí. Y en el camino aumenta el endeudamiento externo mientras no se disipan las dudas sobre las posibilidades de repago. La novedad es que al FMI y el Banco Central de Chinase suma un nuevo prestamista de última instancia, el Tesoro de los Estados Unidos.
Ahora bien, no es una sorpresa que estemos atravesando una nueva crisis tanto en la economía como en la representatividad política. En esta columna señalé en repetidas oportunidades las fragilidades e inconsistencias del plan económico. Por caso, en mayo, luego del desarme parcial del cepo cambiario, escribí: "Aún no se revirtió ninguna de las debilidades que genera una desinflación basada en apreciar el tipo de cambio con estrategias que se agotan prontamente como el blanqueo y el endeudamiento externo con organismos multilaterales". Nada cambió y ahora se requiere de una nueva fuente de dólares para alejar fantasmas sobre la necesidad de reestructurar la deuda en moneda extranjera.

Respecto al revés electoral en la provincia de Buenos Aires, también había indicios que fueron mencionados y se mantienen. El mercado de trabajo profundiza su deterioro este año a pesar de una economía que mejoró en la primera mitad. Mientras el PIB del segundo trimestre creció 6,3% en relación con el mismo período del 2024, el mercado de trabajo no replicó esa dinámica. Se destruyeron 220.000 puestos formales y la informalidad avanzó 1,6 p.p. alcanzando al 43% de los ocupados. Un resultado que se traduce, entre otras cosas, en un consumo masivo que no repunta.
Los indicadores financieros y de actividad hace meses que marcaron los límites. El riesgo país nunca se acercó a valores que permitan volver a los mercados internacionales de deuda mientras la actividad económica está estancada, en agosto apenas habría crecido 0,1% mensual después de una caída de igual proporción en julio. El peor escenario es que el equipo económico consiga financiamiento e intente nuevamente aferrarse a una estrategia que fracasó. Cambiar a tiempo puede permitir no dilapidar lo que sí logró hasta ahora, bajar la inflación y tener superávit en las cuentas públicas.
El nuevo programa económico, tome la forma que tome, va a estar moldeado por dos negociaciones. La primera, es de política exterior y transcurre actualmente con los Estados Unidos. El Gobierno de Donald Trump dio señales muy contundentes de apoyo a Javier Milei, pero eso no significa que le den un cheque en blanco. Aún no hay detalles de cómo y cuándo llegará la asistencia prometida, quizás se darán a conocer en la reunión establecida para el 14 de este mes.
Por lo tanto, el Banco Central tiene por delante ocho ruedas cambiarias en las que todo indica intentará mantener el actual esquema cambiario utilizando los dólares que logró comprar gracias a la eliminación transitoria de las retenciones, con un costo fiscal de 0,19% del PIB. Y a su vez, intentando frenar la compra de dólares de las personas humanas, ya cortó con el arbitraje entre el dólar oficial y los financieros mientras prohibió a las billeteras virtuales oficiar de intermediarias para la compra de dólar oficial en bancos.
La segunda negociación que delineará el nuevo programa económico depende de la política interna. El gobierno tiene que lograr por primera vez desde que asumió aprobar el presupuesto. Está descartado que el ya presentado sufrirá cambios en su paso por el Congreso. Por caso, tiene una caída en términos nominales del 25% en las transferencias de capital a las provincias y una ejecución apenas del 50% en el fondo de ATN.
Un contrasentido ante la necesidad de lograr acuerdos para conseguir quórum. A su vez, la eliminación de la actualización automática de la Asignación Universal por Hijo encuentra un límite concreto en la necesidad de contener los efectos adversos de un cambio de régimen macroeconómico. La mayor novedad del nuevo escenario es que transitamos hacia un plan económico donde el Gobierno deberá hacer más concesiones. Por primera vez tiene que conciliar entre múltiples demandas desde una posición de debilidad política y económica sin perder sus principales objetivos.













