

La transformación del sector financiero es un hecho irreversible y la velocidad a la que se produce exige una nueva perspectiva. En este escenario, el verdadero punto de inflexión no es solo tecnológico, sino estratégico. La banca tradicional se ha construido sobre la premisa de que el cliente debe ir al banco, a su sucursal o (mucho más acá en el tiempo) a su home banking. Sin embargo, los nuevos hábitos de individuos y empresas nos demuestran lo contrario y pone en el centro a un modelo que viene a transformarlo todo, permitiendo que cualquier empresa ofrezca productos bancarios, integrándose de forma natural en su ciclo habitual de compra: lasfinanzas embebidas
Esta nueva forma de hacer banca permite a empresas de cualquier industria -desde un e-commerce hasta una cadena de retail- ofrecer productos financieros directamente dentro de sus plataformas.
Este modelo está desafiando la estructura tradicional del sistema porque la pregunta ya no es quién tiene la mejor sucursal, sino quién ofrece la experiencia más fluida y conveniente para el usuario, en el momento preciso en que la necesita. El debate dejó de ser si esta es una oportunidad o una moda pasajera; la única discusión relevante es cómo la banca y las empresas argentinas se adaptarán para no perder el tren de la innovación.
Un nuevo ecosistema: La reinvención del cliente
La pandemia funcionó como un catalizador, acelerando procesos que se pensaban a largo plazo. Nos obligó a todos a replantear la forma en que consumimos y trabajamos, y el sector financiero no fue la excepción. La banca no puede darse el lujo de operar bajo los modelos tradicionales, debe reinventarse. Y las finanzas embebidas proponen un camino para esta revitalización.
El potencial es inmenso. Se estima que este modelo estará generando más de 200.000 millones de dólares en nuevos ingresos en Latinoamérica, impulsado principalmente por el "embedded lending" (préstamos embebidos) y los pagos sin contacto.
Pero más allá de los números, el impacto más profundo reside en la inclusión financiera. En nuestra región, donde más de 300 millones de personas y 25 millones de PyMES aún no tienen acceso pleno al sistema financiero, este modelo se convierte en una herramienta formidable para cerrar esta brecha. Las empresas no financieras, con sus vastas comunidades y la confianza de sus clientes, pueden proporcionar servicios financieros a través de plataformas digitales, eliminando barreras de acceso y creando oportunidades de valor de manera masiva.
Un ejemplo claro es Mercado Libre, que de un e-commerce evolucionó a un ecosistema financiero completo, integrado en la experiencia de compra de millones de usuarios en todo Latinoamérica. O YPF, una compañía de oil & gas, que no se limitó a vender combustible, sino que construyó alrededor de su ecosistema una billetera digital con más de 5 millones de usuarios, demostrando que la relevancia financiera no está en el rubro, sino en el entendimiento del cliente y en la capacidad de ofrecerle soluciones de valor en su día a día. Con solo estos dos casos -entre miles que podríamos mencionar-, podemos ver que las empresas que comprenden la experiencia del usuario y se animan a ofrecer servicios integrados, están un paso adelante.
De competidores a aliados: Un cambio de mentalidad estratégico
¿Cómo lograr cambiar? El camino hacia este nuevo ecosistema es de la colaboración. El principal desafío para la banca tradicional es dejar de ver a las empresas tecnológicas como rivales y empezar a considerarlas como aliados estratégicos. Estoy convencido de que la co-creación y la bi-sociación son la única forma de mantenerse competitivos y prosperar en el futuro. Cada actor debe aportar lo que mejor sabe hacer: los bancos, la solvencia, la regulación y la oferta de productos financieros; las empresas tecnológicas, la experiencia de usuario, las plataformas y los no tradicionales, como YPF, el acceso a millones de clientes de manera eficiente.
Este enfoque optimiza esfuerzos de inversión, promoviendo el acceso a nuevo know how mediante la co-creación de productos, fomentando como resultado la innovación. La adopción de modelos como las finanzas embebidas y la implementación del Open Finance, que permite el uso compartido de datos bajo consentimiento, son claros indicadores de esta nueva era. Esta apertura promueve la competencia, la eficiencia y, beneficia al usuario con productos más personalizados y a valores más competitivos.
La banca del futuro no se medirá por la cantidad de sucursales físicas, sino por su capacidad de integrarse en las cadenas de valor y ecosistemas de otras compañías, ofreciendo una experiencia fluida, contextual y personalizada. El valor ya no está en el producto financiero en sí, sino en la conveniencia de cómo, cuándo y dónde se lo ofrece.
Transformar el modelo ya no es una opción, es una cuestión de supervivencia.













