

Durante años, la historia económica argentina nos acostumbró a vivir con miedo: miedo a la inflación, al dólar que sube, al "por las dudas". Miedo a perder lo poco que tanto cuesta ganar. Pero 2025 nos encuentra en un momento distinto: la inflación empezó a bajar, el cepo se relajó y el pequeño inversor -que no es experto, pero que chequea la app del banco/broker antes de dormir- empieza a cambiar su forma de pensar el dinero.
Por primera vez en mucho tiempo, la búsqueda no pasa tanto por cubrirse del dólar, sino por obtener rendimiento real. Y eso marca un cambio cultural enorme.
Renta fija: cuando la calma le gana al vértigo
Los bonos ajustados por CER -que siguen la inflación- y que durante años fueron el refugio de quienes temían la inflación, hoy pierden protagonismo. En un contexto donde los precios ya no corren al 10% mensual, su atractivo se diluye. Los inversores más conservadores, que solían mirar con desconfianza cualquier instrumento financiero, ahora se animan a explorar nuevas alternativas sin la presión del "que no se me escape el dólar". No obstante, los instrumentos CER ofrecen retornos muy atractivos por sobre la inflación, de dos dígitos, lo cual los sigue manteniendo como una opción atractiva. Menos que antes, pero atractiva al fin.
Dólar MEP: del refugio al olvido
El dólar MEP, ese gran protagonista de la era del cepo, también perdió brillo. Con el mercado oficial nuevamente abierto -y con una cotización que incluso bajó después de las elecciones-, la dolarización dejó de ser el único camino. El argentino, históricamente dolarizado por instinto, empieza a comprender que no siempre el dólar protege, y que muchas veces inmoviliza.
Este es un punto clave en la educación financiera: el dólar no es una inversión, es una forma de ahorro. Y cuando la inflación baja y las tasas superan el avance de los precios, ese resguardo deja de ser rentable.
Plazo fijo: el regreso del clásico
En cambio, el plazo fijo vuelve a brillar a pesar de la volatilidad en las tasas -es decir, que unos días paguen más, y otros días menos-. Sencillo, previsible y con tasas que hoy rinden por encima de la inflación, se convirtió en la alternativa preferida para el pequeño ahorrista. Muchos argentinos, por primera vez en años, están viendo rendimientos reales positivos en pesos, algo impensado no hace tanto.
El desafío, claro, es sostener esa confianza. Porque cuando el ahorro vuelve al sistema financiero local, no solo se fortalecen los bancos: se fortalece la cultura del ahorro, se estabiliza el consumo y se reconstruye la confianza en la moneda nacional.
Pero detrás de este cambio se esconde una deuda aún más profunda: la falta de educación financiera.
Millones de argentinos siguen sin entender cómo funcionan las tasas, qué es un bono o por qué el dólar sube o baja. Y esa desinformación cuesta caro: familias endeudadas, ahorros que se evaporan, decisiones impulsivas tomadas desde el miedo.
No se trata solo de saber invertir, sino de aprender a manejar el dinero con conciencia y estrategia. Dejar de sobrevivir y empezar a planificar. Entender que cada peso que ganamos tiene un propósito, y que si lo dejamos quieto bajo el colchón, pierde valor.














