La "Doble Nelson" es una toma de lucha libre que resulta de aplicar con ambas manos presión sobre la cabeza y el cuello del oponente. Se hizo famosa en los años 70, durante las inolvidables emisiones por TV de Titanes en el Ring. Podría afirmarse que la economía en Argentina está en estas horas afectada por algo aún peor: la Triple Nelson. En primer lugar, los últimos resultados del plan económico acumulan gusto a poco en términos cambiarios, nivel de actividad, consumo y empleo. Además, está la creciente incertidumbre política propia en un año electoral, agravado por la batalla del Gobierno contra gobernadores y Congreso por proyectos que afectan el superávit fiscal. Si faltaba un ingrediente para complicar el panorama, otra vez la administración Trump suma volatilidad con la amenaza de imponer aranceles y trabas elevadísimas a las importaciones que llegan a EEUU del resto del mundo. El plan concentrado en pisar el precio del dólar para llegar con mínima inflación a octubre ya venía mostrando desvíos. El tipo de cambio nunca llegó al piso de la banda cambiaria. Para mantener el dólar barato el Gobierno exageró la jugada y se negó a comprar reservas durante la temporada dulce de oferta de divisas del campo. La cuenta llegó de inmediato: no se cumplió la meta con el FMI y ahora la obligación es más exigente: debería sumar el Tesoro unos u$s 9.000 millones para diciembre. Por mucha magia que pueda lograr, la expectativa de mayor presión compradora sobre el mercado cambiario resulta difícil de neutralizar. Con el peso tan apreciado fracasó el "plan colchón". Casi nadie estuvo dispuesto a quemar sus ahorros en dólares a un precio tan bajo, y menos para comprar bienes en la Argentina a precios históricamente siderales. Más vale lo contrario. Los argentinos con poder adquisitivo aprovecharon el dólar barato para agrandar los colchones. Y si se deciden a gastarlos, más bien lo hacen consumiendo fuera de la Argentina, en tours de compras a países limítrofes o viajes por Europa o EEUU. En ese contexto, los números de consumo, actividad y empleo se fueron enfriando con la llegada del invierno. En general todavía son mejores los resultados cuando se los compara contra el año pasado. Pero en el contraste contra los meses anteriores el cuadro es mucho menos alentador. La inflación se estabiliza en la zona de 2%, los impuestos siguen afectando a la producción y las reformas estructurales quedan pendientes. Hubo alarma en el campo al observar que el Gobierno proyecta para 2026 un aumento de 60% en la recaudación por retenciones. La suba exponencial de juicios laborales contra las empresas nunca se detuvo: cerró el año pasado con 114 juicios por cada 10.000 trabajadores, 15 veces más que en España y 21 veces más que en Chile. En el podio de litigios está primera la PBA con 40% de los casos, seguida por CABA con 19% y tercera Santa Fe con 14% de las demandas. Esta realidad existía antes de que se agravara por la tensión política derivada del año electoral y las presiones para aumentar el gasto. El equipo económico aprovechó la crisis con los gobernadores para abrir el paraguas: la política es lo que complica a la economía afirman alrededor de Caputo. No es la primera vez que se busca colocar las responsabilidades en otros, para evitar asumir las propias. Es obvio que un año electoral trae siempre presiones e incertidumbres, como también es sabido que existe un sector de la oposición que apuestan al caos económico para golpear a Milei. Pero se verifica una enorme cuota de responsabilidaden el Gobierno por dejar llegar las cosas al grado de conflicto que alcanzaron, con el Presidente ahora enfrentado con todos los gobernadores más toda la oposición, sin distinguir dialoguistas de golpistas. A la hora de repartir responsabilidades por el cuadro de crispación aparecen las internas: los que adhieren a Santiago Caputo culpan de todo a Karina Milei, a Martín y a Lule Menem. Los acusan de dinamitar la relación con los mandatarios provinciales, a quienes desafían en sus territorios con listas propias libertarias en las elecciones de cada distrito. Conviene siempre recordar que la organización política y constitucional de la Argentina determina que nada sustituye la autoridad del Presidente. Entre hombres de negocios la inquietud es creciente. Aparece cada vez más el debate sobre si se calibró del todo bien el régimen cambiario post acuerdo con el FMI. Nadie prevé un estallido ni mucho menos, justamente porque se reconoce y aplaude la fortaleza fiscal. El debate es finalmente es si el dólar tiene que valer 1.300, 1.500 o 1.700, según la capacidad que tenga el oficialismo hacia adelante para mejorar la competitividad. Hay dudas a la hora de pronosticar los resultados electorales que importan por el futuro Congreso. El Presidente afirma que la libertad "arrasa" en octubre, pero las encuestas que llegan al mercado no avalan tanto optimismo. Puede ganar, pero no arrasar, y aún si el triunfo fuera holgado, tampoco significará mayorías parlamentarias especiales que libren al presidente Milei de la necesidad de lograr acuerdos políticos. Julio Aurelio afirma que en la tercera sección electoral, el peronismo tiene 10 puntos de ventaja sobre el Gobierno. En la primera sección electoral (conurbano norte y oeste), habría paridad. Y en el interior de PBA ventaja para Milei. Los últimos datos de Bloomberg Atlas son parecidos: 46% de opiniones positivas para el Gobierno versus 43% negativas en Gran Bs As. Gana bien el Gobierno en la zona centro del país, muy bien en Mendoza y bien en el interior de la PBA. Facundo Nejamkis también cree que el Gobierno gana, pero de ninguna manera con números aplastantes sobre el PJ. Y afirma algo para tener en cuenta. Reapareció un síntoma que impacta en la caída de la imagen del oficialismo, la mayor expectativa devaluatoria en los encuestados. Un fenómeno que surgió en 2024 antes del alivio del blanqueo y también en febrero pasado, antes del fin de la tablita y el acuerdo con el FMI. Ahora volvió. Tal vez la solución sea más sencilla, sin tanta pelea política y sin tanta sobreactuación del equipo económico. Es urgente convocar al pastor Ledesma, este curioso y desopilante evangelista que afirma haber logrado el milagro de convertir los pesos a dólares. Deberían llamarlo de inmediato al Banco Central para evitar el stress con las reservas. En tanto se trate de convertir los pesos a dólares, no debería perderse más tiempo. El problema, claro, es si fuera al revés. Un contra milagro al que los argentinos hemos asistido muchas veces en la historia reciente. Todos recordamos al pastor Duhalde, o al pastor Remes, incluso al pastor Erman, que convirtió los dólares en Bonex. Y tantos otros dignatarios del cielo en el Banco Central que con la emisión desenfrenada lograron convertir los pesos en devaluados centavos. Hasta Cristina alguna vez utilizó sus poderes para obligar a sus ministros a convertir en pesos los depósitos que tenían en dólares. Milagros, en la Argentina, sabemos que es lo que sobra.