Presiones cruzadas, cartas documento, pedidos de renuncia. El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agropecuaria (Senasa) es por estas horas la caja de resonancia de una de las internas más fuertes en el Gobierno en la que además queda expuesto como nunca el vínculo del Estado con un negocio millonario en un sector clave de la economía.
Cuando el 26 de julio el presidente Javier Milei participó de la inauguración de la Exposición Rural en Palermo reveló entre los anuncios para el campo: "(...) Abrimos el mercado de la vacuna de aftosa y, en la próxima campaña, ya habrá oferta de la misma por la mitad de su valor histórico".
Sin embargo, nada de eso ha ocurrido aún. De hecho, al día siguiente del acto, el secretario de Agricultura, Sergio Iraeta, llamó a quien entonces encabezaba el Senasa, Pablo Cortese, un técnico con más de 30 años en la institución, y le pidió la renuncia.
El hecho se cubrió en los medios especializados pero no reflejó lo que realmente estaba pasando: fue el efecto de un temblor político en medio de una disputa con una de las principales compañías del agro. Asumió en su lugar María Beatriz "Pilu" Giraudo, una ex funcionaria del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y todavía el final es abierto.

Cortese había vivido en carne propia en sus casi 20 meses de gestión la tensión en lo más alto de la administración nacional justamente respecto de lo que el jefe de Estado aseguró que se había decidido pero que nunca se concretó: permitir que en el país se venda más de un tipo de vacuna para la aftosa, un insumo clave para el mercado ganadero desde que se produjo un brote en 2001 que afectó fuertemente las ventas al mundo.
Para vacunar todo el stock de ganado bovino en la Argentina se dan 80 millones de dosis al año en dos etapas, a un costo que llega a los dos dólares por aplicación, es decir un negocio de hasta u$s 160 millones al año. Según el Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina, en el resto del Mercosur se paga mucho menos: 30 centavos la dosis en Paraguay, 50 centavos en Brasil y 75 centavos en Uruguay.
Desde el Ministerio de Desregulación le adjudican semejante diferencia en el precio a lo que consideran prácticamente un monopolio por parte del laboratorio Biogénsis Bagó, que controlan las familias Sigman y Bagó desde hace décadas.
De acuerdo con Sturzenegger, para impedir la entrada de competidores existían una serie de normas que se fueron modificando con el correr de los meses. Con el marco que establece la resolución 609 de 2017 para la aprobación de vacunas, en mayo del año pasado se emitió la resolución 460 que estableció una modificación crucial: definió que podrían aplicarse en la Argentina vacunas "bivalentes", es decir, con cepas de dos virus, y no sólo las "tetravalentes", que incluyen dos cepas más de virus ya erradicados, algo que rigió siempre en nuestro país pero que según los expertos no se utiliza en ninguna parte del mundo.
Ya en mayo de este año, el Senasa sacó además la resolución 333 por la que buscó facilitar la importación de estos productos, al establecer que se podían considerar "equivalentes" los análisis técnicos de productos provenientes de países con altos estándares internacionales, de manera tal de ahorrar pasos y análisis en el país.

En este contexto, un laboratorio nacional llamado Tecnovax puso a prueba al sistema al solicitar el ingreso al país de unas 15 millones de dosis de la vacuna Ourovac desde plantas en Brasil, luego de que nunca hubiera ingresado competidores del exterior. Biogénesis Bagó ostenta prácticamente el control total del mercado, salvo pequeñas participaciones de firmas como ACA y CDV.
En ese marco y tras largos idas y vueltas, finalmente Tecnovax consiguió la autorización para importar desde Brasil cerca de 9000 dosis que comercializaría a 60 centavos de dólar cada una, muy por debajo del precio del mercado local, que ya había bajado pero seguía siendo mucho mayor a la región.
"Qué te falta, qué necesitás", se ofrecía en llamados cotidianos Sturzenegger al equipo de Cortese para apurar la apertura del mercado. "No te apures, no hace falta tomar tantos riesgos", le hacían saber desde Economía a la misma gente. Juan Pazo, en el corto tiempo que estuvo en el área de Bioeconomía, como se llamaba a Agricultura, habilitó la circulación de la vacuna bivalente. Sin embargo, en el Senasa lo señalan como alguien menos volcado a habilitar la competencia a Biogénesis Bagó con intervenciones para aplacar los trámites.
Así, el 7 de julio, llegó una carta documento al domicilio del entonces titular del Senasa. Firmada por Mariano Genovesi, representante de Biogénesis Bagó, se intimaba al funcionario a revisar la autorización que había dado para que entraran al país las vacunas de origen brasileño.
Biogénesis Bagó aducía que el laboratorio Ourofino no contaba con las habilitaciones necesarias por tener la planta suspendida y sin producir. Desde el Senasa, en tanto, afirman que el ingreso de las dosis era justamente para hacer los controles necesarios para su venta, algo que si no se permitían ingresar no podrían hacer en un loop infinito. La intimación -que incluía una amenaza de iniciarle acciones legales a los funcionarios- también alcanzó al secretario de Agricultura.

Luego, los hechos conocidos, Con los funcionarios intimados, Milei anunció con bombos y platillos que se había abierto el mercado de vacunas de aftosa y al día siguiente Iraeta lo llamó a Cortese para pedirle que se fuera. "Descomprimir", fue la explicación que trascendió.
Sturzenegger sigue embanderado en la pelea, no habla de internas con Pazo y solo proclama: "Tenía que venir un gobierno liberal para que pasara esto". "Esto" por ahora es una interna y la salida de un funcionario intimado por la empresa que domina el mercado.
Por lo demás, Desregulación considera que el Senasa está tomado por Biogénesis Bagó. La objeción central es la existencia del convenio 86223515 del 2020 por el que la empresa da "apoyo" a los técnicos del organismo que la debe controlar y autorizar que exista competencia.
"El laboratorio del Senasa está desfinanciado y todos ahí trabajan o sueña con trabajar en Biogénesis", grafica alguien desde adentro. "Hay momentos en que hasta las toallitas de los baños del Senasa tienen el logo de Biogénesis Bagó", se ríen. El Cronista contactó cuatro veces a los voceros de la empresa para que den su visión pero hasta el cierre de esta edición no habían llegado con una respuesta. En los hechos, el mercado sigue funcionando como siempre.
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