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La ligera corrección que realizó el INDEC sobre la serie del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) obligó a los analistas a recalibrar —muy levemente— sus proyecciones.
No es un cambio que altere el cuadro general, pero sí alcanza para reabrir un debate permanente: cuánto crecerá la economía en 2025, y sobre todo si ese crecimiento podrá sostenerse en 2026.
Con matices, el consenso empieza a tomar forma: 2025 será algo mejor que 2026. No un boom, pero sí un escalón arriba.
La actualización del INDEC abrió una brecha entre los datos oficiales y las expectativas del mercado. El organismo estadístico informó que la actividad acumulaba un 5,2% de crecimiento entre enero y septiembre.
El REM del Banco Central, en cambio, proyecta un avance modesto para el último trimestre —0,3%— y un crecimiento anual de 3,9%, mientras que su “Top 10” ubica el dato en torno al 4%.
En el proyecto de Presupuesto 2026, el Gobierno va más lejos: habla de 5,4% este año y 5% el año próximo. Una economía que acelera y logra un crecimiento casi chino. Nada de eso está hoy en el radar de los consultores privados.

¿Para dónde se acomodará la brecha? ¿Subirá el piso —EMAE— o bajará el techo —REM—?
“Probablemente haya un punto intermedio”, dice Sebastián Menescaldi, de EcoGo. Para el economista, la revisión técnica del INDEC apenas ajusta el arrastre estadístico.
“Octubre debería dar negativo. El agro aporta en positivo, la industria resta, y los servicios vienen aflojando el ritmo. Con todo eso, estimamos un 4,2% para 2025 y un 2,4% para 2026”.
Y explica por qué una expansión del 5% el año que viene es impracticable: “Para eso habría que crecer al 10% anual en los últimos meses de 2026. Y eso demanda inversiones por u$s 60.000 millones. No lo vemos posible”.
Desde Cohen, Martín Polo suma otro matiz: “La corrección del INDEC sorprendió. Dejó un arrastre alto, pero la economía está desacelerando. Todos los sectores lo muestran. Hoy vemos un crecimiento del 4,5% este año, que baja al 3% en 2026. No hay drivers para más”.
Industria y Consumo
La industria manufacturera, que venía mostrando una mejora hacia mitad de año, volvió a perder velocidad. El índice de producción industrial (IPI) acumula subas interanuales moderadas, pero trimestre a trimestre se achica.
Sectores como alimentos, químicos y maquinaria agrícola sostienen la actividad, mientras que textil, metalmecánica y automotriz muestran caídas o estancamiento.
El dato estructural: la industria aún opera por debajo de 2017 y muy lejos del pico de 2011. Difícil hablar de un ciclo expansivo con esa base.
La construcción, siempre sensible al ritmo macro, alterna meses positivos y negativos. El ISAC muestra mejoras interanuales, pero sigue debajo de los niveles prepandemia.
La obra pública —que durante años actuó como amortiguador— sigue contenida por el ajuste fiscal, y la privada repunta por segmentos: obras medianas, refacciones, proyectos puntuales vinculados al crédito hipotecario reciente. Pero la foto general es una actividad que no despega.
El comercio minorista refleja la doble velocidad del consumo. La facturación crece, pero explicada por precios, no por cantidades.
Los servicios —sobre todo gastronomía, turismo interno y actividades recreativas— tuvieron un buen arranque de año, apalancados por salarios que recuperaron algo de aire y por un público que ajustó otras partidas para preservar el ocio. Pero desde junio se nota el freno: hay actividad, sí, pero no se ensancha el volumen real.
Los motores
El agro es el único sector que promete dar oxígeno. Tras la sequía histórica, la campaña 2025/26 proyecta mejoras significativas en trigo, maíz y soja.
La Bolsa de Cereales calcula que la producción total podría acercarse nuevamente a las 130 millones de toneladas. Eso implica más transporte, más servicios, más exportaciones y un aporte directo al PBI. Es el principal driver para sostener la actividad el año próximo.
El sector energético —Vaca Muerta, renovables, transporte de gas— mantiene su agenda propia. Hay obras en marcha, ampliaciones de capacidad y proyectos de exportación.
Pero el salto grande depende del financiamiento externo, y ahí el riesgo país sigue siendo un tapón. Si la prima de riesgo perfora los 600 puntos y se estabiliza, podría abrirse un canal de inversión masiva. Por ahora, es un “si”.
Los números laborales confirman una tendencia heterogénea. El empleo registrado privado avanza, pero despacio. Los puestos que se crean están en sectores de servicios profesionales, logística, software y energía.
El empleo asalariado industrial y comercial —más masivo— sigue lejos de su mejor momento. Y la informalidad, pese a algunos retrocesos, continúa alta: por encima del 42%.

Lo que ocurre con el consumo sigue siendo el corazón de la discusión. Como muestra Olivetto, entre enero y octubre de 2025 productos de ticket alto —autos, motos, turismo exterior, electrodomésticos, escrituras— crecieron entre 30% y 50% interanual. El resto, lo cotidiano, apenas se mueve.
La conclusión es la misma: los que tienen ahorros consumen; los que dependen del salario ajustan. Y mientras el salario real no recupere, es casi imposible que la economía salte de un crecimiento del 3% al 5%.
El 2026 que viene
Para 2026, las perspectivas dependerán de tres factores:
*la baja del riesgo país, la disponibilidad de crédito externo y la capacidad de sostener el equilibrio fiscal sin asfixiar la actividad.
*Si se alinean esas tres piezas, podría consolidarse un ciclo inversor que potencie al agro, la energía y parte de la industria. Si no, 2026 será un año de crecimiento moderado, con sectores dinámicos pero sin derrame masivo.
*Por ahora, la economía se mueve con un agro que vuelve, una industria que no arranca, una construcción frágil y un consumo partido en dos. El desafío del próximo año no será crecer por arrastre, sino construir un motor nuevo.
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