
Nadie sabe a ciencia cierta en qué momento Donald Trump aceptará reabrir el gobierno federal estadounidense. Pero es un hecho seguro que el Congreso no le dará una importante cantidad de dinero para construir un muro en la frontera con México. Esto representa un dilema para él presidente, que se intensificará conforme se acerca el momento de su postulación a la reelección. Es dudoso que su carrera política hubiera despegado si él no hubiera prometido construir un muro, sin embargo, tendrá cada vez menos posibilidades para cumplir esa promesa.
Durante los próximos 20 meses, seguramente seguirá buscando formas de culpar a los demócratas por frustrar la voluntad del pueblo estadounidense. Como rehén de un problema que él mismo creó, la única esperanza para evitar la humillación es tomar la política estadounidense de rehén.
Steve Bannon, su ex estratega principal, dice que Trump no tiene posibilidades de ser reelegido si no logra construir ese muro. Dos de sus obsesiones garantizan su compromiso con el tema.
La primera es la falta de algo mejor de lo que hablar. En términos de la agenda interna de Trump, el muro con México es básicamente todo lo que queda. Las únicas grandes medidas de sus primeros dos años la firma del recorte fiscal de u$s 1,5 billones en 2017 y el nombramiento de dos conservadores para el Tribunal Supremo son algo que cualquier presidente republicano habría hecho.
Para ser justos con Trump, también se comprometió a proteger a los estadounidenses olvidados y promulgar un gran despilfarro en infraestructura. Ambos temas se fusionan en su mente con la construcción del muro con México para proteger a los estadounidenses olvidados de la invasión de caravanas hispanas, contrabandistas de heroína y bandas criminales. Además, sería el mayor proyecto de infraestructura desde la construcción de la Gran Muralla China. Ahora que ha admitido que podría fabricarse de acero, no de concreto, también reviviría por sí solo la industria siderúrgica estadounidense.
Como mantra de campaña, el "gran y hermoso muro" de Trump era oro puro. Simbolizaba el miedo a los extranjeros y la promesa de empleo para los obreros. Nadie podría olvidar una promesa tan tangible. Como estrategia de reelección para el año 2020, no sería tan eficaz. Si no pudo construir un muro durante sus primeros dos años con el gobierno en manos de los republicanos, ¿por qué Trump intentó hacer algo solamente después de que los demócratas retomaron el control?
La respuesta es simple. Trump nunca quiso que el muro fuera algo más que un lema. La crisis fabricada en la frontera estadounidense se acabó en el momento en que fue elegido en noviembre de 2016. Sólo se reanudó en las semanas previas a las elecciones de mitad de período de 2018. Las crisis fronterizas son una forma de fomentar el miedo y la indignación, y se utilizan para desairar a los demócratas en las urnas.
Segundo, Trump sólo sabe cómo atraer a su base política. Apenas cuatro días antes de que comenzara el cierre de gobierno a finales de diciembre, Aceptó un proyecto de ley que mantendría abierto el gobierno estadounidense. No incluía ningún financiamiento para el muro. El ala nativista del partido republicano lo ridiculizó como un "vendido" y. Trump cambió inmediatamente la táctica. Cuatro días después, el gobierno cerró.
Su obsesión por mantener satisfechos a sus partidarios le impide hacer el tipo de cosas que podrían ayudarlo a mejorar sus posibilidades de ganar un segundo mandato. Así que ha quedado atrapado por su muro fantasma.
En los próximos días, Trump podría declarar una emergencia nacional y desviar fondos militares hacia la frontera. En ese momento, su obsesión por el muro se convertiría en una crisis constitucional. Dadas las obsesiones internas de Trump, es muy probable que ese espectro se vuelva realidad.














