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Moody’s proyecta una mejora gradual y heterogénea en el desempeño de las carteras de crédito al consumo en la Argentina durante 2026, luego de un 2025 marcado por el deterioro de la calidad crediticia, producto de tasas reales persistentemente elevadas y una mayor presión sobre los ingresos disponibles de los hogares.

Según el informe, si bien hacia el último trimestre de 2025 los indicadores de morosidad comenzaron a mostrar señales de estabilización, estos aún se mantienen en niveles históricamente altos, reflejando el impacto acumulado del ajuste macroeconómico.

De cara al próximo año, una mayor estabilidad macro y tasas reales más normalizadas deberían favorecer una recuperación progresiva, aunque no uniforme entre segmentos.

Los créditos respaldados por mecanismos de cobranza más robustos, como los préstamos con códigos de descuento, exhibirían una recuperación más rápida.

En contraste, las carteras vinculadas a deudores de menores ingresos o con menor acceso al sistema bancario enfrentarían un proceso más lento y vulnerable a shocks en el empleo y el ingreso real.

La relación crédito - salario

Moody’s subraya que la evolución del crédito estará estrechamente ligada a la trayectoria del salario real, el ingreso disponible y el mercado laboral. Aunque los salarios mostraron cierta recuperación durante 2025, la mejora del ingreso disponible fue más acotada por el mayor peso de los servicios públicos tras la corrección tarifaria.

A noviembre de 2025, la inflación acumulada alcanzó el 27,9%, mientras que los precios regulados subieron 29,9%, erosionando la capacidad de pago de los hogares,

En paralelo, creció el recurso al crédito fuera del sistema bancario tradicional.

Datos del BCRA muestran que entre enero y julio de 2025 la cantidad de deudores vinculados a proveedores no financieros de crédito (PNFC) aumentó un 12%, mientras que la deuda promedio por deudor creció 6% en términos reales, una señal de mayor estrés financiero en los segmentos más frágiles.

En el mercado de securitizaciones respaldadas por carteras de consumo, Moody’s destaca que, pese al deterioro de los activos subyacentes, las protecciones estructurales permitieron sostener el repago de los valores fiduciarios, especialmente en los tramos más senior.

No obstante, en estructuras turbosecuenciales —predominantes en el mercado local— se observa un mayor riesgo de extensión, con amortizaciones más lentas y flujos modificados para los inversores.

Mirando más adelante, el informe anticipa que una mayor estabilidad macro y la expansión del crédito privado podrían abrir espacio para una mayor diversidad de activos securitizables, con un rol creciente de entidades bancarias como originadoras.

Las carteras bancarias mostrarían una calidad crediticia superior frente a las originadas por PNFC, con menor morosidad y mayor previsibilidad, tanto en préstamos en pesos a tasa fija como en créditos UVA, cuya performance dependerá de la inflación, los salarios y el desempleo.

Finalmente, Moody’s advierte que el desarrollo de instrumentos de mayor plazo requerirá una base inversora más estable y de largo horizonte, hoy limitada por el sesgo transaccional de los fondos comunes, la ausencia de fondos de pensión privados y la baja penetración de seguros de vida. En ese contexto, una mayor participación de inversores extranjeros aparece como una de las claves para dinamizar el mercado.