

En búsqueda de un estilo de vida que promueva la salud cardiovascular, la alimentación juega un papel insustituible. Dentro de los macronutrientes esenciales que el cuerpo necesita para funcionar óptimamente -carbohidratos, grasas y proteínas-, estas últimas adquieren una relevancia particular.
Pero tal como explica la cardióloga Kimberly Campbell, como no todas las proteínas ofrecen los mismos beneficios para el corazón, elegir las adecuadas es fundamental para fortalecer este músculo.
En esa línea, la Asociación Estadounidense del Corazón enfatiza que una dieta balanceada para el corazón debe incluir una variedad de fuentes proteicas, desde opciones vegetales y mariscos hasta lácteos bajos en grasa y carnes magras. En este espectro de posibilidades, el pescado emerge como la opción principal y más recomendada para cuidar nuestra salud cardíaca, destacándose por sus propiedades únicas.
Expertos en cardiología, como la Dra. Mary Greene, abogan por un patrón alimentario "pesco-mediterráneo", que prioriza las proteínas de origen marino. Esta preferencia no es casual, ya que el pescado se distingue por su riqueza en ácidos grasos omega-3 y su bajo contenido en grasas saturadas, características que lo posicionan como un alimento estrella en la prevención de enfermedades del corazón.

Uno de los pilares de los beneficios del pescado reside en su abundante aporte de ácidos grasos omega-3. A diferencia de las grasas saturadas, que deben limitarse, las grasas insaturadas como los omega-3 son cruciales para la salud. El cuerpo humano no puede producirlos, por lo que su ingesta a través de alimentos como el salmón, el atún, las sardinas y la caballa es indispensable.
Estos nutrientes no solo son vitales para la función corporal general, sino que también juegan un papel significativo en la reducción del riesgo de enfermedades coronarias.
Para optimizar el consumo de omega-3, la AHA sugiere incorporar al menos dos porciones de 85 gramos de pescado graso a la semana. Esta recomendación, respaldada por investigaciones, demuestra que incluso una ingesta modesta de pescado -aproximadamente 20 gramos diarios- puede disminuir el riesgo de enfermedades cardíacas y la mortalidad asociada en un 4%. La combinación de proteínas de alta calidad y grasas saludables hace del pescado un aliado formidable para el sistema cardiovascular.
Además de su impacto en las grasas esenciales, el consumo regular de pescado puede influir positivamente en los niveles de colesterol. Estudios han revelado que las personas que consumen al menos 225 gramos de pescado graso semanalmente suelen tener un perfil lipídico más favorable, incluyendo un aumento del colesterol HDL (el "bueno"). Los omega-3 también son eficaces en la reducción de los triglicéridos, un tipo de grasa en la sangre que, en niveles elevados, aumenta el riesgo de enfermedades cardíacas.
Los beneficios del pescado graso se extienden a sus propiedades antiinflamatorias. Muchos de estos pescados son una excelente fuente de vitamina D, un nutriente que, al combinarse con los omega-3, potencia la capacidad del cuerpo para combatir la inflamación.
Mientras una inflamación moderada es normal, una inflamación crónica y descontrolada puede dañar los vasos sanguíneos, elevando el riesgo de problemas cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Afortunadamente, la investigación demostró que el consumo de pescado ayuda a mitigar estos marcadores inflamatorios en individuos con alto riesgo cardiovascular.















