

La ducha es uno de los hábitos más comunes, pero también uno de los más subestimados. Elegir entre agua caliente o fría puede cambiar el estado físico y emocional de una persona.
Según estudios de Harvard Health y Mayo Clinic, la temperatura del agua influye en el sueño, el sistema inmunológico, la circulación y hasta el ánimo.
Cada tipo de ducha tiene beneficios y riesgos. Por eso, los especialistas recomiendan ajustar la rutina según las necesidades del cuerpo, el momento del día y las condiciones de salud.
¿Cuándo conviene usar agua caliente?
Las duchas calientes ayudan a relajar los músculos, calman la mente y preparan el cuerpo para dormir. El vapor abre los poros, mejora la limpieza de la piel y alivia la congestión nasal. Son útiles en días de estrés, ansiedad o cuando hay molestias físicas leves.
La terapeuta Meredith Van Ness, citada por Real Simple, sugiere usar agua caliente en momentos de sobrecarga emocional. Sin embargo, los expertos advierten que el exceso de calor puede resecar la piel, provocar irritación y generar mareos en personas con presión baja.
Para evitar efectos negativos, se recomienda limitar el tiempo bajo el agua caliente, usar temperaturas moderadas y aplicar crema hidratante después de la ducha.

¿Qué aporta el agua fría?
Las duchas frías ganaron popularidad por su efecto revitalizante. Activan la circulación, mejoran el tono muscular y aumentan la energía.
Según un estudio realizado en Países Bajos con 3.000 personas, terminar la ducha con agua fría durante 30 a 90 segundos redujo los días de enfermedad en un 29%.
Además, el agua fría libera endorfinas, mejora el ánimo y puede ayudar a dormir mejor si se usa de forma regular. Aunque Harvard Health aclara que no hay pruebas concluyentes sobre su impacto a largo plazo, sí reconoce sus efectos positivos en el corto plazo.
Mayo Clinic advierte que quienes tienen problemas cardíacos, hipertensión o diabetes deben consultar a un médico antes de incorporar duchas frías. En esos casos, se recomienda empezar con exposiciones breves y observar cómo reacciona el cuerpo.
Cómo adaptar la ducha a tus necesidades
Para aprovechar los beneficios sin correr riesgos, los especialistas sugieren seguir estas pautas:
- Para relajarte o dormir mejor: usá agua caliente, pero por poco tiempo y con temperatura moderada.
- Para activar el cuerpo o recuperarte después de entrenar: terminá la ducha con agua fría durante unos segundos.
- Para cuidar la piel: evitá el agua muy caliente, usá productos hidratantes y duchate en ambientes húmedos si vivís en zonas secas.
- Si tenés problemas de salud: consultá con tu médico antes de cambiar la rutina.













