

En una zona remota de la Patagonia argentina, un equipo de científicos liderado por el paleontólogo Diego Pol, explorador de National Geographic, desenterró los restos de una criatura prehistórica que podría reescribir la historia evolutiva de los cocodrilos.
Se trata del Kostensuchus atrox, una especie extinta que habitó la región hace unos 70 millones de años, hacia el final del período Cretácico. El fósil, compuesto por un cráneo y un esqueleto parcial en excelente estado de conservación, fue publicado en la revista científica PLOS One.

¿Qué encontraron los científicos?
El hallazgo fue posible gracias al trabajo conjunto de especialistas del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, junto a colegas de Brasil y Japón. Lo que descubrieron no fue un simple cocodrilo, sino un depredador hipercarnívoro capaz de dominar tanto en tierra como en agua.
El Kostensuchus atrox contaba con más de 50 dientes afilados y aserrados, cuya forma cónica recuerda a la del Tyrannosaurus rex. Su mordida, según Pol, era letal: "Podría partirte en dos con un solo mordisco", aseguró el investigador.

A diferencia de los cocodrilos actuales, este animal tenía extremidades largas y erguidas, lo que le habría permitido desplazarse con rapidez en tierra firme y cazar incluso a pequeños dinosaurios. Esa particularidad lo convierte en una pieza clave para entender la diversidad de los cocodriliformes en la prehistoria.
La calidad del fósil sorprendió a especialistas internacionales. Stephanie Drumheller-Horton, paleontóloga de la Universidad de Tennessee, lo describió como "un fósil realmente hermoso" y subrayó su relevancia para reconstruir una rama poco conocida del árbol evolutivo de los cocodrilos.
¿Qué significa este nuevo descubrimiento?
El Kostensuchus atrox pertenece a los peirosaurios, una familia extinta que comparte un ancestro común con cocodrilos, caimanes y aligátores, pero que no es su línea directa. Este ejemplar es especialmente significativo por dos razones: es el peirosáurido más reciente registrado en la historia y el más austral jamás hallado.

Su aparición en el extremo sur de la Patagonia, cerca de la Antártida, demuestra que estos animales prosperaron en climas cálidos y húmedos, muy diferentes a los fríos y áridos paisajes actuales.
Este dato aporta claves sobre la evolución del clima terrestre a lo largo de millones de años y abre nuevas preguntas sobre la capacidad de adaptación de estas especies.
El hallazgo también amplía el mapa de distribución geográfica de los peirosaurios y confirma, una vez más, el rol de la Patagonia como uno de los mayores reservorios de fósiles del mundo.















