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La irrupción de la pandemia aceleró la transformación digital de muchas empresas y convirtió al ciberespacio en el principal canal para mantener operaciones y contacto con clientes. Este cambio no solo permitió la continuidad de los negocios, sino que también generó un terreno fértil para el crecimiento de amenazas y fraudes cibernéticos, que hoy se presentan de manera más dirigida y estratégica.

Las empresas comenzaron a comprender que la ciberseguridad no es simplemente una cuestión tecnológica, sino un elemento central para sostener la operación y reputación del negocio en un entorno digital cada vez más complejo.

Andrés Giarletta, director de ingeniería de ventas para las Américas de Kaspersky, explicó que "la pandemia marcó un punto de inflexión en el panorama de amenazas. Hoy los ciberdelincuentes utilizan estas tecnologías para aumentar la efectividad y escalar sus ataques a niveles nunca vistos antes. Desde 2020, no solo se incrementó la cantidad de amenazas, sino que estas se volvieron mucho más dirigidas, buscando objetivos concretos dentro de cada empresa", indicó Giarletta.

Además, Giarletta destacó que los atacantes evolucionaron y se profesionalizaron. "Se trata de organizaciones altamente preparadas que buscan maximizar el impacto y el rédito de sus operaciones ilícitas, potenciado por la IA generativa. Esto significa que los ataques no solo son más frecuentes, sino también más sofisticados y difíciles de detectar sin una estrategia de seguridad integral", explicó.

Cambio de respuesta

El experto señaló que la respuesta empresarial también cambió: "Las compañías empezaron a invertir y a comprender que el ciberriesgo no es solo una ecuación tecnológica, sino una ecuación de riesgo integral. La clave está en minimizar, gestionar y transferir ese riesgo para que la tecnología sea un facilitador del negocio, siempre y cuando la ciberseguridad permita sostener las operaciones de manera digital y segura".

Giarletta concluyó que el panorama actual exige a las empresas no solo soluciones tecnológicas, sino también formación, concienciación y procesos internos sólidos que permitan anticipar, detectar y responder de manera efectiva a las amenazas dirigidas, que se volvieron cada vez más personalizadas y peligrosas.