En esta noticia

Fue presentado el libro "Dietrich, un apellido, una marca". La historia de "la chapita que hace 60 años recorre las calles" es también una invitación a transitar las vicisitudes de la historia económica argentina de las últimas seis décadas.

Como no podía ser de otra manera, el acto tuvo lugar en la sede central del Automóvil Club Argentino y la invitación señalaba dónde se ubicaban las playas de estacionamiento más cercanas para quienes llegaran en automóvil.

El protagonista central de la obra es Guillermo "Willie" Dietrich, quien cuenta en primera persona cómo desde un taller mecánico en la calle Sarmiento de la Ciudad de Buenos Aires, logró edificar un grupo empresario de proporciones.

-Hijo, aquí dice "Automotores Sarmiento..." -le dijo, con su tono tranquilo y pausado de siempre cuando vio la tarjeta de presentación de su taller. El joven Willie Dietrich lo miró sin entender a dónde iba.

-Tu capital es tu apellido. -Y continuó -¿A quién se le ocurre ponerle Sarmiento? Sarmiento se llaman las escuelas. Ponele Dietrich. Así te vas a ganar la confianza de los clientes. Sarmiento, no. Dietrich...

Quien le dio este consejo, que a la larga sería el más sabio y útil que recibiría en su vida, fue el gran Juan Manuel Fangio.

El cambio de nombre fue toda una decisión para Dietrich, que cargaba sobre sus espaldas con el fracaso de su padre. Estaba aprendiendo a sistematizar el trabajo y a delegar tareas en sus colaboradores. Aquella fue una de las primeras lecciones que aprendió: nada se puede hacer solo.

Éxito y fracaso

En el libro, Dietrich reconoce que el trabajo fue su universidad. A lo largo de los años, le tocó muchas veces hablar para jóvenes emprendedores y estudiantes en las aulas de las facultades sobre la importancia de la calle, de la vida real y de lo concreto a la par de lo teórico. Siempre tiene presente aquel verso de Rudyard Kipling: "Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia".

A inicios de los años 60, la venta de autos se generaba básicamente a través de los avisos clasificados. Pero para Dietrich no era suficiente y no se quedaba quieto. Las limitaciones de su local lo obligaban a salir a la calle. Allí descubrió un concepto muy valioso, que mantiene hasta el día de hoy: PC. No es ni el Partido Comunista ni la computadora, que llegaría muchos años más tarde.

"PC significa Posición Compradora. Mi trabajo consistía en detectar entre cientos o miles de posibles clientes aquellos que estaban en situación de querer comprar un auto". Así nació una de sus máximas en el negocio, que repite desde siempre sin modestia: "Yo jamás vendí un auto. A mí, me los compraron". No es lo mismo. Parece un juego de palabras, pero no lo es. Detectar la "Posición Compradora", en opinión de Dietrich requiere una sensibilidad especial, estar sumamente atento al mensaje que transmite un cliente potencial.

Otra frase de Dietrich que impacta: "Si hay pasión, los fideos vienen solos. Cuando alguien trabaja de lo que no le gusta, aunque lo niegue, es un desocupado".

La obra recorre la vida del fundador del grupo empresario, pero también se detiene en analizar cómo es visto por su esposa Hada y sus hijos Guillo, Hernán, Luly y Coni. También hay textuales de colaboradores y de los nietos de Dietrich con emocionantes referencias.

El ministro

Guillo Dietrich, su hijo mayor, destacó que la enorme generosidad de su padre desembocó en la elaboración del Protocolo Familiar, que reguló las compensaciones en función de los aportes de cada uno en el crecimiento exponencial que tuvo el grupo.

"Fue un trabajo muy riguroso, donde vi la grandeza de mi viejo. No es frecuente que esto se haga en las empresas familiares. Desprenderse de acciones puede generar recelos y temores frente a la pérdida de poder, pero él nunca lo vio de esta manera. Al contrario, nos impulsó a todos a seguir creciendo. Cuando tomé la decisión de ingresar en la política y acompañar el proyecto de Mauricio Macri pude hacerlo con mis dudas, pero con el apoyo de mi familia. No conozco muchos fundadores que hayan tenido su generosidad y su grandeza".

Esa noción de "calle" que recibió Guillo Dietrich fue fundamental para su formación personal. "Suelo ver dirigentes políticos o managers de grandes empresas que desconocen lo que es tener que cubrir el banco, o pedir una ampliación de un descubierto", reconoció.

A juicio del ex ministro de Transporte de la Nación entre 2015 y 2019, "la historia de mi viejo es una historia de laburo, de alguien que arrancó de abajo y supo construir un nombre, un reconocimiento, un prestigio y una marca. Tiene el valor de la superación permanente, sobre todo cuando se arranca con menos herramientas que los demás. Es una historia de resiliencia. Pero también es la historia de muchísima gente muy comprometida que tuvo siempre la camiseta de Dietrich bien puesta. Al final, lo dicen los libros y lo dice la vida real: las organizaciones son las personas que las integran", sentenció.